Como en esto de la política siempre hay despistados o francotiradores que van por su cuenta, a veces viene bien un ejercicio de ducha escocesa para tocar de pies en el suelo. Y, ciertamente, la justicia española se ha encargado este martes, en tan solo las horas de la mañana, de demostrar su enorme capacidad a la hora de emplear todas sus armas para demostrar al independentismo todo lo que hay en juego.

La fiscalía hizo público su escrito acusatorio contra el president Quim Torra por el tema de la pancarta en defensa de los presos políticos situada en el balcón del Palau de la Generalitat que la Junta Electoral Central le obligó a retirar. El cumplimiento de la orden se demoró varios días. Por este incidente, la fiscalía le pide 30.000 euros de multa y 20 meses de inhabilitación para cargo público. Si esa fuera la sentencia y Torra aún fuera president, no tendría más remedio que dejar el puesto.

En la mañana de este martes, la Guardia Civil también se ha personado en la Generalitat y varios departamentos pidiendo información sobre el referéndum del 1-O. Y el TSJC ha declarado causa compleja la que se sigue en el juzgado número 13 de Barcelona por los preparativos del 1-O y que en estos momentos tiene a Josep Maria Jové, mano derecha de Oriol Junqueras en Economia y su supuesta agenda Moleskine, así como a la cúpula de la CCMA, de TV3 y Catalunya Ràdio en el punto de mira. Sumemos a ello la multa del Tribunal Supremo al president Carles Puigdemont y al conseller Toni Comín por supuesta mala fe procesal en defensa de uno de los trámites para acceder al acta de eurodiputado.

La justicia española no se cansa de abrir causas contra el independentismo catalán y de hacer cada vez más grande la represión mientras sus cúpulas se desangran en batallas inútiles y cada vez más estériles. La respuesta no puede ser el bochornoso espectáculo que nos están ofreciendo desde hace demasiado tiempo. Es una lástima que todo el caudal de ilusión de tanta y tanta gente se esté poniendo en riesgo de una manera peligrosísima y sin tener en cuenta que el fracaso, si se acaba produciendo, será siempre colectivo.