La prensa oficialista y buena parte de las radios y las cadenas de televisión no lo han podido evitar: Felipe VI ha tenido una respuesta de implacable rechazo a su discurso de muchas zonas del Estado, empezando por el País Vasco y Catalunya, donde más de siete de cada diez ciudadanos han desaprobado la intervención. El segundo indicador importante es que ya es claramente el monarca de la derecha española porque al bloque independentista, muy contrario desde su intervención del 3 de octubre de 2017, se han sumado claramente en el rechazo al mensaje los votantes de Unidas Podemos e incluso los del PSOE.

Su torpe alocución televisiva -vista por 14,6 millones de teleespectadores, 7,1 más que en Navidad- en plena crisis de la monarquía española, después que se haya conocido una parte de la fortuna de su padre, Juan Carlos I, por comisiones de jeques árabes depositadas en cuentas offshore en Suiza solo ha hecho que amplificar el desapego de la sociedad en un momento de crisis sanitaria y económica tan grave como la del coronavirus.

Lo más llamativo de la primera encuesta conocida y que ha llevado a cabo Electomania es que se ha extendido enormemente la percepción negativa que los españoles tienen de la intervención de Felipe VI. Solo el 50,9% lo aprueban, gracias a las dos Castillas, Extremadura, Madrid y Andalucía. En el lado contrario están, por orden de menos rechazo a más, Baleares (54%), País Valencià (54%) Navarra (54%), Catalunya (72%)  y País Vasco (74%).

Si territorialmente la fractura es bien clara, ideológicamente no lo es menos ya que solo tiene el apoyo de la derecha y la extrema derecha, cuyos votantes a PP, Cs y Vox le respaldan en cifras por encima del 80%, mientras el PSOE se aleja (66,5) y Unidas Podemos mucho más aún (93%). Toda una legislatura con un gobierno cuyos votantes se expresan así no parece nada tranquilizador para la monarquía española, que aún debe una respuesta clara y contundente a la sociedad por una corrupción que tiene nombres y apellidos. En estos momentos, la aparente ira contra el padre no parece suficiente para salvar la monarquía que encabeza el hijo.