El president Puigdemont ha enseñado en la primera jornada del Parlament que debate la cuestión de confianza, que él mismo solicitó el pasado mes de julio, buena parte de sus cartas para agotar la legislatura: se aprobarán las denominadas leyes de desconexión con España antes del mes de junio, se intentará nuevamente acordar con el Gobierno español un referéndum para que la ciudadanía de Catalunya se pronuncie sobre si quiere la independencia y, de persistir en su negativa quien ocupe el Palacio de la Moncloa, será su Govern el que asegure su realización. Y lo ha dicho con una frase que no deja dudas: "Habrá referéndum, o referéndum", y la fecha límite será septiembre.

Un dato muy importante y que fue fruto de los acuerdos de la cena del pasado lunes en el Palau de la Generalitat y desvelada este miércoles por El Nacional. El vicepresident Oriol Junqueras jugará un papel muy importante, ya que coordinará todos los trabajos para la celebración del referéndum con la ayuda de varios consellers implicados, muy especialmente de Raül Romeva, conseller d'Afers Exteriors, Relacions Institucionals i Transparència y de cuyo departamento cuelga el área de participación.

Puigdemont ha dado un paso al frente con un discurso firme, claro y sin matices. Lleno de determinación en la acción y también con algunos mensajes directos a la CUP, su único socio parlamentario, para que no siga jugando con el devenir de la legislatura. Por ejemplo, si no hay presupuestos, habrá elecciones. El tiempo del desencuentro entre ambas formaciones debe quedar atrás, si no el riesgo de que todo el proceso político catalán salte por los aires es alto. Sus palabras no sonaban tanto a amenaza sino a llamar la atención sobre la gravedad de los meses que vendrán.

Sus palabras se pueden resumir en estas cinco claves: primera, la rotundidad con la que aseguró que él no fallará en su compromiso con la hoja de ruta anunciada en el Parlament si hay una mayoría sin fisuras en la cámara que le da apoyo en las grandes decisiones. Segundo, el referéndum acordado con el Estado es la fórmula idónea y de ahí una oferta política que no caduca pero que tampoco paraliza la acción de la Generalitat y que esta vez, a diferencia de 2014, nada impedirá que se realice. Tercero, o se aprueban los presupuestos o hará uso de su facultad de convocar nuevas elecciones. Cuarto, hay que aprovechar este largo período de gobierno en funciones en España que debilita su imagen en el interior pero sobre todo en el exterior. Y quinto, algo que dijo muy de pasada pero que, seguramente, formará parte de la agenda de los próximos meses, la apelación a nuevas movilizaciones en la calle y no parecía estar pensando en la próxima Diada.

Con el discurso de Puigdemont, Catalunya deja a un lado algunas de las incertezas que han sido objeto de largos debates durante estos meses en el mundo independentista. El referéndum vinculante inmediatamente después de la aprobación de las leyes de desconexión pasa a ser la nueva pantalla de la política catalana.