A los pocos días de aprobarse en el Parlament una resolución instando al Govern a celebrar, como muy tarde, en la segunda quincena de septiembre un referéndum de independencia en Catalunya, el president Puigdemont expone este lunes en Madrid su hoja de ruta para llevarlo a cabo. Referéndum o referéndum, dijo hace diez días en el Parlament en la sesión de confianza a que se sometió y superó con el apoyo de Junts pel Sí y la CUP. La visita a Madrid se produce en medio de una enorme expectación periodística, sobre todo de los corresponsales extranjeros, del interés del cuerpo diplomático y de la ausencia notoria de la clase política española. Ningún dirigente cualificado del PP, PSOE (sólo ha confirmado el exministro de Educación Ángel Gabilondo) y Ciudadanos ha confirmado la asistencia, lo que da a entender que le dispensarán de nuevo un sonoro vacío.

Puigdemont acude después de haber subido un peldaño en su desafío al Estado en la entrevista que ha publicado este domingo nuestro diario. Entre las muchas cosas destacables del president de la Generalitat hay una que expone perfectamente su determinación política en estos momentos: "No aceptaremos nunca la inhabilitación de nadie por defender el proceso; no seremos cómplices de esta inhabilitación general del pueblo de Catalunya". Es la primera vez que el president catalán aborda una cuestión básica: ¿qué sucederá si se inhabilita a la presidenta del Parlament?, por ejemplo. Un caso, además, sobre el cual el gobierno español y la Fiscalía General del Estado ha decidido apretar el acelerador. La respuesta de Puigdemont deja poco margen para la interpretación y conecta con lo que había sostenido hasta la fecha la ANC, que iba en la misma dirección.

Aunque el relato en la política española de los pasos del gobierno independentista de Catalunya está escrito con antelación, Puigdemont ha querido en las dos últimas semanas enviar tres mensajes. El primero tiene que ver con la puerta abierta a pactar un referéndum con el Gobierno español. Aunque sabe que no hay casi ninguna posibilidad, quiere que conste, a título de inventario, que el Govern que preside estará dispuesto a ello hasta el último minuto. El segundo, enviarle a Pedro Sánchez un afectuoso mensaje en las horas inmediatamente posteriores a su destitución. No por su apoyo al referéndum, que estaba en contra, sino por razones en parte personales y por haber sido el único socialista dispuesto a abrir una vía de diálogo con el independentismo catalán para cambiar a Rajoy. El tercero tiene que ver con su encuentro con Pablo Iglesias, con quien almorzará hoy en Madrid.

Los comunes se han movido algo en el tema del referéndum al haberse abstenido en el Parlament. Puigdemont quiere insistirle al líder de Podemos en esta cuestión y encontrar un necesario punto de anclaje con un partido de ámbito español. Aunque la incógnita electoral en España aún persiste, aunque sea a la baja, el papel de Pablo Iglesias puede ayudar con un gobierno del PP maniatado en el Congreso, un PSOE desnortado tras haberle dado sus votos y una izquierda de Podemos que ha apoyado un referéndum pactado pero que tiene por delante un gran problema: en Madrid, nadie quiere pactarlo.