Con el educado encabezamiento de "Estimado presidente" y el formal final de "reciba un cordial saludo", el president de la Generalitat ha despachado en 20 líneas la carta en la que pide oficialmente al presidente del Gobierno, y, seguramente por última vez, el inicio de negociaciones entre ambos ejecutivos para acordar la celebración de un referéndum de independencia en Catalunya de acuerdo con los términos establecidos por la Comisión de Venecia. La carta, que, en la práctica, y de acuerdo con lo expresado reiteradamente por el Gobierno español, no deja de ser un mero formalismo, tendrá respuesta en un plazo corto por parte de la Moncloa. Entre otras cosas, porque a más tardar este viernes comparecerá el portavoz del Ejecutivo, al finalizar el Consejo de Ministros y deberá dar una respuesta oficial a la invitación de Carles Puigdemont.

La misiva del president es clara, directa y pide iniciar el diálogo tan pronto como sea posible. También acota el perímetro de las conversaciones entre gobiernos, que no es otro que acordar el referéndum. A estas alturas, las cartas están sobre la mesa. Como señala Puigdemont, ahora es el momento de iniciar un diálogo sobre la materia planteada: posibilitar que los catalanes y las catalanas puedan votar. La disposición de la Generalitat es total para negociar con el Gobierno español las condiciones del referéndum, tal y como expusieron el lunes en Madrid el mismo Puigdemont, el vicepresident Oriol Junqueras y el conseller Raül Romeva en la conferencia de la Caja de Música. Y las constantes invitaciones al diálogo por parte de la Generalitat son casi tantas, en fin, como las negativas, los desdenes, las acusaciones -cada vez de trazo más grueso- y las iniciativas judiciales contra los responsables de la Generalitat por parte del Ejecutivo de Rajoy y la Fiscalía. Esa intensa judicialización del proceso político catalán, como este mismo miércoles Puigdemont y el conseller Mundó trasladaron al propio fiscal general del Estado, José Manuel Maza en su visita de cortesía a la Generalitat, es, por ahora, la única respuesta que han recibido las demandas catalanas, si se exceptúa la invitación al president para que acuda al Congreso a sabiendas que la solución al conflicto democrático planteado en ningún caso la puede proporcionar esa Cámara. 

El presidente del Gobierno debería medir muy bien la respuesta a la carta del president de la Generalitat por más que su posición sobre el referéndum sea conocida. Rajoy puede tomar dos caminos: mantenerse en el inmovilismo y archivar el escrito en un cajón o leerlo atentamente y actuar en consecuencia. En el tramo final hacia el referéndum, todos los movimientos que se llevan a cabo cobran cada vez mayor trascendencia. El tiempo se agota. Y no se trata de retórica epistolar, sino de abrir vías para la política con mayúsculas.