La decisión del Parlament de dar luz verde a la aprobación de las conclusiones de la comisión parlamentaria de estudio sobre el Procés Constituent, en abierta contradicción con lo ordenado por el Tribunal Constitucional, ni acerca ni aleja la independencia de Catalunya pero sí traslada nuevamente a la opinión pública que los cíclicos enterradores del movimiento independentista suelen tocar de oídas y normalmente con poca información. Los 72 diputados de Junts pel Sí y la CUP hicieron uso de la mayoría parlamentaria; la presidenta de la cámara, Carme Forcadell, no se amilanó ante las presiones de la oposición y la pelota vuelve así al TC -y también a la Abogacía General del Estado que dirige Marta Silva de Lapuerta- que tendrán que precisar ahora qué supone en la práctica que no se haya cumplido el aviso que remitió por escrito a la Mesa del Parlament hace ahora diez días.

Porque, de hecho, el pleno del Parlament, utilizando las palabras que Forcadell empleó varias veces a lo largo de la mañana, ha actuado como un ente soberano a la hora de adoptar sus decisiones. Y es justamente esta soberanía la que niega el TC a la cámara catalana. En esta partida de tensión entre Parlament de Catalunya por un lado y Gobierno español por el otro es evidente que la pelota ha pasado al otro lado del campo, un escenario que no quería el Constitucional, sobre todo si tenían que actuar de oficio y como un tribunal ordinario de acuerdo con las nuevas atribuciones que le confirió la modificación de la ley que lo regula. De hecho, el presidente del grupo parlamentario popular, Xavier Garcia Albiol, ya avanzó desde la tribuna del hemiciclo que se atendieran a las consecuencias los que habían impulsado y permitido la votación. Una valoración que indica, quizás, cual va a ser la reacción del Ejecutivo español.

El tenso debate parlamentario no sólo fracturó en dos bloques el Parlament sino que propició agrios ataques entre portavoces de uno y otro signo. Quizás el más relevante, el que tuvo en un lado a Jordi Turull (JxSí) y Benet Salellas (CUP), y, en el otro, a Joan Coscubiela (Catalunya Sí que es Pot). Las cámaras de televisión también recogieron en diferentes momentos una imagen coral del Govern aplaudiendo en diferentes ocasiones durante el debate y votación, con la excepción de la rigidez del conseller d'Interior, Jordi Jané, visiblemente incómodo y el único miembro del Ejecutivo catalán a quien se le vio ostentosamente sin aplaudir en ningún momento.

Todo ello mientras el Gobierno español sigue en funciones, la posibilidad cada vez más alta de unas terceras elecciones y en medio de la ronda de conversaciones del rey Felipe con los líderes políticos. Y con una sensación en la política catalana de que el debate parlamentario de este martes no es como la resolución parlamentaria del 9-N, un hecho puntual, sino la línea trazada para los próximos meses por el govern Puigdemont-Junqueras.