El cine catalán y en catalán, de la mano de la badalonesa Carla Simón, ha cerrado este miércoles las bocas de todos aquellos que quieren ver reducida a cenizas la lengua catalana. Su uso y también su prestigio internacional. En un mundo global como el actual, se puede rodar una película en catalán y hacer historia en la Berlinale con la obtención del Oso de Oro, el máximo galardón del prestigioso festival. Y se puede y se debe defender desde el poder político lo que se hace desde el mundo privado, con iniciativas culturales como la película Alcarràs. Porque más allá de discursos interesados en contra del catalán, la lengua propia de nuestro pequeño país tiene recorrido y debe ser preservada desde la escuela con uñas y dientes. Saliendo sus responsables políticos de la zona de confort actual, porque es mucho lo que está en juego.

Que el éxito internacional sin paliativos del cine catalán y en catalán se haya producido el día en que José María Aznar en el Círculo Ecuestre, en Barcelona, haya vuelto a enseñar los dientes en el debate sobre el castellano en Catalunya, es casi un ejercicio de justicia poética. "Se quiere exterminar el castellano", ha señalado Aznar en un club que es el corazón social de la derecha catalana, complaciendo a muchos de los asistentes, la mayoría de edad avanzada y alguno de ellos siempre temeroso del dedo del expresidente. Porque en Catalunya, a diferencia de otras zonas de España, la derecha catalana prefiere más a Mariano Rajoy y al expresidente se le teme más que se le quiere. Pero allí está, mientras Aznar arremete contra todo lo que en Catalunya es mayoritario y ve exterminios lingüísticos inexistentes en generaciones de escolares que si algún déficit tienen es el de la lengua catalana y ese síndrome de utilizar el castellano como lengua social.

Por eso es muy importante, trascendental, la entrega del Oso de Oro, el galardón a la mejor película del Festival Internacional de Cine de Berlín, para una película catalana, rodada en catalán, en un municipio de Catalunya y con actores no profesionales escogidos en un casting que duró un año y medio entre 9.000 candidatos. Que ese éxito se haya producido en medio de un debate no cerrado sobre la ley audiovisual y la presencia del catalán en las plataformas como Neflix, HBOMax y tantas otras es una magnífica carta de presentación para defender con uñas y dientes unas cuotas del catalán con mayor energía que hasta la fecha.

El talento existe y se renueva constantemente. En Catalunya siempre ha sido igual. Las individualidades han abierto camino en muchos momentos de la historia y han situado Catalunya y el catalán en el centro del mundo. Ahora, Carla Simón ha construido una maravillosa historia de una familia de payeses que se reúnen para la última cosecha de melocotón cuando ya están llegando las placas solares. Todo un cambio de paradigma de vida y un sentido homenaje a la gente del campo. Una historia normal de una Catalunya tan real y en parte tan desconocida para los catalanes como en proceso de desaparición. Aprovechar este éxito internacional, el empujón que recibe el cine y la lengua catalana, y reforzar la autoestima por una lengua perseguida, maniatada y faltada de reconocimiento y respeto por parte del estado español para construir un trampolín de denuncia del verdadero exterminio lingüístico que se intenta llevar a cabo es la única estrategia posible.