La Assemblea Nacional Catalana acaba de colocar un petardo de proporciones aún desconocidas en plenas negociaciones entre Junts per Catalunya y Esquerra Republicana, que inicialmente parecían ser para la investidura de Carles Puigdemont como candidato a president de la Generalitat propuesto por el presidente del Parlament, Roger Torrent, y actualmente parecen haber derivado, además, hacia el programa del nuevo Govern y la confección del Ejecutivo catalán. El hecho de que la ANC amenace con movilizaciones en la calle si las dos formaciones no cierran un acuerdo de manera inmediata se asemeja mucho a aquella exigencia de Carme Forcadell en septiembre de 2014 cuando, dirigiéndose al entonces president de la Generalitat Artur Mas, le espetó desde el atril en el que hablaba: "President, posi les urnes". Y este acabó poniéndolas.

La petición del secretariado de la ANC ha provocado escozor en Esquerra Republicana, que asegura que hace todo lo posible por no retrasar la investidura de Puigdemont, que quiere efectiva y que incluya una hoja de ruta del Govern. El malestar en ERC viene de lejos, ya que sus portavoces no dejan de asegurar en privado que la candidatura de Puigdemont, que sigue defendiendo en público Junts per Catalunya, pretende llevarlos a un callejón sin salida, habida cuenta de que la investidura del president cesado por el 155 es inviable y el Tribunal Constitucional así lo ha expresado. En esta misma dirección, el TC acabará vetando cualquier modificación que el Parlament pueda llevar a cabo, hasta dejar en vía muerta cualquier iniciativa.

Pero lo cierto es que el movimiento de la ANC no es ni mucho menos gratuito dado que cuenta con cientos de miles de asociados y ha sido el protagonista de las multitudinarias manifestaciones que se han celebrado todos los 11 de septiembre desde el año 2012. Que el mundo del independentismo está incrementando la presión sobre Esquerra es una evidencia y, además de la ANC y de Junts per Catalunya, mantiene una posición similar en el tema de la investidura la CUP. En su día, cuando la demanda pública de Forcadell, ya señalé que debían mantenerse separadas las decisiones del poder político y la labor de las entidades soberanistas. Cada uno tiene sus funciones y no es bueno confundir los papeles que han de desempeñar. Entre otras cosas porque la unidad y la cohesión son valores a preservar ahora y en los próximos años. Y la pluralidad de la ANC y de Òmnium han de ser tanto una garantía a la hora de impulsar acuerdos, como un ejemplo de fiscalización de su cumplimiento.