Aunque los reyes no suelen hacer declaraciones, al menos para que se publiquen, este miércoles se nos ha hecho saber que Juan Carlos I estaba enormemente enojado por su exclusión del acto celebrado en el Congreso de los Diputados con motivo del 40 aniversario de las elecciones del 15 de junio de 1977. No solo eso: el rey emérito había intentado contactar con la presidenta de la Cámara Baja, Ana Pastor, y después de hablar con ella habría conocido de primera mano que había sido la Casa del Rey reinante la que le habría condenado a seguir el acto por televisión. "Está estupefacto", dicen sus allegados, una fórmula informativa que parece empleada para no aparecer él mismo y mirar de reducir el impacto de la noticia. Y una de las explicaciones que da no tiene desperdicio alguno: "Es que estaban hasta las nietas de La Pasionaria".

Ciertamente estaban las nietas de la legendaria dirigente del Partido Comunista de España. Como también estaba el galardonado justamente en este acto exministro franquista Rodolfo Martín Villa, hecho que provocó una airada protesta de Podemos, con Pablo Iglesias a la cabeza. No acudió Esquerra Republicana y los parlamentarios del PDeCAT exhibieron carteles con urnas, con motivo del referéndum del 1 de octubre. Pero para Juan Carlos I lo importante era que estaban las nietas de La Pasionaria, la histórica líder del PCE, aquel partido que Adolfo Suárez legalizó bajo su reinado y que seguramente 40 años después para él sigue siendo lo más parecido al ejemplo vivo del bando perdedor de la guerra civil. Y, mientras ellas estaban en la tribuna de invitados, él no podía pisar el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo por deseo expreso de su hijo cuando debía ser el gran homenajeado del día.

No asiste uno cada día en directo a una desavenencia pública tan importante entre padre e hijo. De aquellas que dejan secuelas. Como aquel día que publicó un artículo en su estrenada página web, al inicio del proceso independentista -el 18 de septiembre de 2012-, tratando de imponer su autoridad y hablando de que los catalanes no podían perseguir quimeras ya que no era un momento para debatir si eran galgos o podencos quienes amenazaban la unidad de España. Se explicó que emplearía la página web para pronunciarse sobre los diferentes aspectos de la vida pública, cosa que obviamente nunca hizo, pero provocó un revuelo bastante importante. Lo cierto es que el discurso de su hijo le habría gustado ya que estaba en su línea y fue un duro alegato contra el referéndum y ese patrimonio común que no podemos ni dividir, ni destruir.

Unas palabras del actual jefe del Estado que sirven para justificar y dan cobertura de sobras a la intervención de la Guardia Civil, estrechando el círculo sobre los funcionarios catalanes para impedir el referéndum con todo un arsenal de actuaciones jurídicas más que discutibles pero que se inscriben en la estrategia del miedo puesta en marcha por el Gobierno español. Su arquitecta legal, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, de viaje en Roma, vio cómo el problema territorial español y el referéndum catalán le bloqueaba prácticamente toda una conferencia de prensa. Tanto que su reacción fue manifestar que suficientes problemas te da la vida como para que encima te los añada la Generalitat. Eso, cuando falta menos de una semana para que el president Puigdemont y el vicepresident Junqueras den a conocer los detalles de la organización del referéndum del 1 de octubre. Roma, la ciudad eterna, porque nunca termina de verse y donde cristalizan el pasado y el presente. Roma.