No ha habido sorpresas y Mariano Rajoy ha fracasado en la primera votación de investidura. El candidato tenía que alcanzar 176 síes, la mayoría absoluta, y se quedó en 170 votos a favor. El viernes tendrá una segunda oportunidad en que solo precisará más síes que noes. Tampoco tiene posibilidades de lograrlo el presidente español en funciones ya que los 180 votos en contra de la primera votación se repetirán el viernes por la tarde. Sigue, por tanto, el colapso en la política española. Y también siguen los dos líderes del PP y del PSOE inamovibles ya que ni Rajoy piensa en ceder el testigo a otro candidato de su partido, ni Sánchez valora el apoyar a Rajoy, ni tampoco el líder socialista se muestra especialmente abierto a intentar su investidura aglutinando los 180 noes que ha recibido Rajoy.

La sesión parlamentaria de este miércoles ha dejado claras varias cosas:

Primero, el acuerdo alcanzado entre Rajoy y Rivera incomoda a ambos por igual. El presidente del PP no valora al líder de Ciudadanos y el segundo ha cedido al acuerdo tan a regañadientes que se le nota demasiado. Su público –empresarial y mediático– le pide el pacto con el PP pero teme que ante unas nuevas elecciones su papel se acabe difuminando.

Segundo, se recuerdan pocas escenas tan duras entre Rajoy y Sánchez como las vividas en la sesión de investidura de marzo y en esta última. El líder del PSOE se ha creído su papel de un solitario soldado Sánchez y no parece que vaya a apearse de él. Sobre todo si los barones socialistas que protestan en voz baja siguen haciéndolo así y la lideresa andaluza Susana Díaz sigue amagando más que haciendo. 

Tercero, Pablo Iglesias es más mitinero que orador parlamentario. Su puesta en escena irrita hasta a aquellos con los que dice querer colaborar y así los socialistas no quieren entrar en el avispero que fue Podemos en la anterior legislatura cuando cada oferta aparente de pacto no era otra cosas que un apretón para inmovilizar al PSOE.

Cuarto, la intervención de Joan Tardà y también la de Francesc Homs gustó a sus respectivas parroquias. En un debate con poco juego para el demonizado independentismo catalán en las Cortes los representantes de Esquerra y el Partit Demòcrata reiteraron la vigencia de la hoja de ruta del Parlament de Catalunya y dejaron claro que en los próximos meses pasarán cosas en Catalunya. Rajoy les ofreció una respuesta de manual, en línea con su posición conocida, y Tardà y Homs desplegaron contundencia y seguridad. Incluso más que en la nonata investidura de marzo de Pedro Sánchez.

Todo apunta a que se abren ahora unas semanas hasta las elecciones vascas y gallegas –el 25 de septiembre– para poder dilucidar si los resultados insuflan ánimos a uno u otro candidato. La clave, en todo caso, estará un poco más en Galicia si el PP pierde la mayoría absoluta y hay un gobierno de suma de las izquierdas. En el País Vasco las cosas son más complejas entre PNV, Podemos y un Bildu renqueante si no se presenta Otegi. Hay quien incluso especula en la órbita socialista , creo que sin ningún fundamento, con un PSC que pudiera jugar un papel en la moción de confianza de Puigdemont si la CUP no apoya al president y precipita el final de legislatura.

En cualquier caso, para el final del serial de la política española y la formación de gobierno parece que faltan aún muchos capítulos.