Cuando uno cree que la capacidad para sorprenderse en el trato que recibe Catalunya del estado español ha tocado máximos, resulta que no es así y está terriblemente equivocado. Solo hace falta ver el informe sobre la ejecución presupuestaria real del Estado en el período 2015-2018 para comprobar hasta dónde puede llegarse a actuar con mala fe.

Es un timo en dos fases: en la primera, Catalunya recibe por debajo de lo que le tocaría en los presupuestos generales del Estado. Es un clásico de cada año por parte de los respectivos ministros cuando presentan las cuentas del Reino. No hay nada a hacer, ejercicio tras ejercicio y ministro tras ministro. Siempre entre tres y cinco puntos por debajo de lo que tendría derecho.

Pero la verdadera estafa, la que no se ve hasta mucho tiempo después, es la que hace referencia al dinero que se ha gastado del presupuesto aprobado por las Cortes. El informe es demoledor y, por suerte, hay unos parámetros evaluables, las inversiones aún se pueden cuantificar y la discusión sobre cuál es la actuación económica del Estado respecto a Catalunya puede sonrojar a más de uno.

Así, por ejemplo, la media de inversiones ejecutadas en el conjunto de comunidades autónomas es del 75,3%. Primera pregunta: ¿de qué sirve hacer unos presupuestos? Cuando se va territorio por territorio es cuando se observa la magnitud de la tragedia. ¿Queda Catalunya por debajo de la media? Sí, y mucho. Casi ¡diez puntos! En un trienio, 2.214 millones de los presupuestos para Catalunya que no han llegado a salir de la capital. 

¿Y Madrid? Muy por encima de la media. Sonrojantemente por encima de la media. No es que se haya acercado al 100%, que sería todo un éxito, es que se sitúa en el 113,9%. No es un error del informe, no. Es que le han acabado dando dinero de otras autonomías. 48 puntos menos Catalunya que Madrid. Pero, en todo el día, las reacciones de protesta solo han sido de los independentistas. Como si los catalanes unionistas no hubieran sido igualmente perjudicados. Deben ser cosas de la política.