La cita con las urnas de este domingo en Catalunya tiene dos características que la convierten en excepcional: por primera vez en la historia moderna, un gobierno catalán ha convocado a 5,3 millones de personas a pronunciarse en un referéndum sobre si están a favor de una Catalunya independiente en forma de república o, por el contrario, quieren mantener el estatus actual de comunidad autónoma. Y la segunda, nunca en la Europa democrática se ha actuado con tics tan autoritarios por parte de un gobierno para impedir que los ciudadanos pudieran votar. Pudieran expresar su opinión en las urnas. El contencioso entre Catalunya y España no se cerrará esta noche sea cual sea el resultado de la jornada, pero las costuras democráticas del Estado español han puesto ante los ojos de todo aquel que lo ha querido ver sus numerosas flaquezas. También lo ha podido ver la comunidad internacional, que ha desplazado a Barcelona a cientos de enviados especiales y que muy mayoritariamente rechaza el discurso simplista del no a todo. El independentismo catalán tiene la oportunidad en la jornada de hoy de mandar un mensaje inequívoco al mundo y, si así lo quieren los ciudadanos con derecho a voto, iniciar el camino definitivo hacia el reconocimiento de Catalunya como un estado independiente.

El Govern ha llegado vivo al domingo sorteando el estado de excepción que, en la práctica, ha aplicado el gobierno de Mariano Rajoy y ha puesto en manos del pueblo de Catalunya la decisión final. Ese era el compromiso público del president de la Generalitat, Carles Puigdemont, del vicepresident del Govern, Oriol Junqueras, y del conjunto del Ejecutivo catalán. En pocas ocasiones, las promesas de la clase política y los hechos han coincidido tanto. Y, en muchas menos ocasiones, un gobierno ha tenido que hacer frente a una persecución judicial, policial y política desmedida que, alejándose de cualquier planteamiento democrático al uso, ha impuesto la unidad de España como algo sagrado e innegociable. Esta actitud le ha dado una enorme fortaleza en España, desbaratados como están los partidos y los medios de comunicación. PP, PSOE y Ciudadanos se han confundido en una única formación, la negociación para acordar un referéndum ha sido imposible y, lo que es más lamentable, mientras el gobierno del PP apostaba por el uso de la fuerza, el bloqueo de las cuentas de la Generalitat y de su presupuesto y el control de los Mossos d'Esquadra, un tupido velo de silencio ha permitido el mayor recorte de libertades vivido en España desde el inicio de la transición. Solo Podemos ha alzado la voz mientras se cercenaban derechos democráticos y se trataba de arruinar y perseguir al adversario político.

Quizás por ello, la movilización de los ciudadanos en las urnas no ha dejado de crecer encuesta a encuesta. Y quizás también por ello se ha querido sembrar el miedo entre los funcionarios, los responsables de las mesas electorales, entre los que han ocupado desde el viernes centros de votación y entre los electores, amenazados todos ellos de que podían ser sancionados con multas millonarias. Y se han desplazado a Barcelona un mínimo de 10.000 guardias civiles y policías nacionales para impedir el referéndum. Para que la gente no pueda votar. En definitiva, quién sabe si para alterar la convivencia, porque no se puede garantizar lo que no está en peligro, y hasta que llegaron guardias civiles y policías nacionales a Barcelona, ningún incidente se había producido. Es una lástima que el Gobierno haya optado por la represión en vez de por el diálogo y hay pocas dudas de que el precio que pagará por ello será muy alto.

Pese a todo, es de desear que jueces, fiscales y policías no interfieran y no violenten la convivencia de una jornada que debe ser pacífica. Que los catalanes deseamos que sea pacífica, tanto los que quieren votar sí, como los que quieren votar no, como los que desean votar en blanco o no votar. El Gobierno español no tiene derecho a interrumpir por la fuerza y violentar las votaciones como alternativa a su torpeza política durante tantos años. Los catalanes deseamos poder votar este domingo y desde El Nacional les queremos contar una jornada que será histórica. Lamentamos y denunciamos los ataques informáticos de los últimos días para impedirnos estar con nuestros lectores. Unos ataques que no son casuales y que no cambiarán nuestro compromiso, pero que exigimos que cesen y se permita y garantice la libertad de prensa y de expresión.