La eliminación del Atlético de Madrid de los cuartos de final de la Champions League por el Manchester City que entrena Pep Guardiola ha puesto de los nervios a todos aquellos españolazos ―en expresión acertada aunque mal utilizada un día por el diputado popular Alejando Fernández en el Parlament― que no soportan los éxitos del técnico catalán, la férrea defensa de su ideología independentista, su desacomplejada manera de vivir los triunfos y la consideración indiscutida de mejor entrenador del mundo. Llega a las semifinales de la máxima competición europea de fútbol por novena ocasión, siendo así el primer entrenador con este laureado palmarés, superando las ocho del portugués Mourinho y del italiano Carlo Ancelotti, habiéndolo hecho en tres ocasiones con cada uno de sus últimos equipos, Fútbol Club Barcelona, Bayern de Munich y, estos últimos años, el Manchester City.

Escuece en Madrid, claro está. Y los últimos minutos del Wanda Metropolitano entonando "Pep Guardiola, hijo de puta" eran una mezcla de impotencia en el terreno de juego y de la Catalunya que no toleran. No han perdonado aquel Guardiola con el lazo amarillo ofreciendo conferencias de prensa al acabar un partido de la Premier League. Y si, además, el rival que le espera en semifinales es el Real Madrid, todo el ambiente en contra del entrenador catalán sube un peldaño, ya que, de nuevo, Guardiola puede cerrar el paso a los blancos a una nueva final. Nadie como la prensa ultra de Madrid, que posee la mayoría de las cabeceras de papel, incluso la de aquel diario El Mundo que tiempo atrás jugaba a ser un diario simplemente de derechas, para calentar el ambiente contra el entrenador de Santpedor. 

Yo no sé si Guardiola ganará o no la Champions League esta temporada. Es probable que sea así, pero en el mundo del fútbol que entre o no un balón en la portería es una situación totalmente diferente. Le avalan claramente sus enfrentamientos directos con el Madrid cuando entrenaba al Barcelona para pasar a la final del 28 de mayo en el Parque de los Príncipes de París. De los quince partidos que se enfrentó ganó nueve, en cuatro empató y tan solo perdió en dos enfrentamientos directos. Tampoco conoció la derrota en el Bernabéu durante aquellos años con cinco victorias y dos empates. Sabe lo que es el miedo escénico y la presión de un estadio, con el Madrid con el factor campo a favor en la vuelta de semifinales.

Pero a los guardiolistas, que queremos que gane siempre que no se enfrenta al Barça, pase lo que pase, no nos cambiará la idea de que Pep es el mejor entrenador de fútbol en la actualidad y el hombre que ha revolucionado el deporte con planteamientos mucho más modernos. Pero, además de eso, Guardiola representa esta Catalunya triunfadora, que nunca baja la cabeza, que sabe hacer frente a la bilis de la catalanofobia y a toda la rabia que desprenden desde la excelencia y que supera la mediocridad con valores y que nunca, nunca, pasa por el aro. Esa es la victoria que a muchos nos gusta compartir.