De todas las imágenes que se han podido ver este viernes del acto institucional de homenaje a las víctimas del atentado del pasado 17 de agosto ninguna, absolutamente ninguna, era tan descarnadamente cruel como la vista aérea de la plaza Catalunya de Barcelona. Un espacio enorme, de unos 30.000 metros cuadrados, blindado por la policía y ocupado solo en una parte por el desangelado acto organizado por el Ajuntament de Barcelona donde se encontraban el Rey, las autoridades, la clase política, los familiares y un nutrido grupo de defensores de la monarquía y de la unidad de España. Muy pobre en su conjunto para la tragedia que fue el atentado en que murieron 16 personas, pero explicable, lamentablemente, por la burda manipulación que la Casa Real y el gobierno español han tratado de hacer del acto.

Se impidió el acceso al independentismo para evitar escenas de protesta e incomodidades de las autoridades españolas y el unionismo se quedó en casa. O se fue a la playa. El gobierno español quería evitar la pitada a Felipe VI del año pasado, que dio la vuelta al mundo y que mostró el disgusto de la sociedad catalana con la monarquía española. La ANC, Òmnium y los partidos independentistas habían hecho llamamientos explícitos desmovilizando a sus simpatizantes ante el modelo de acto escogido y la presencia real. Y la siempre disciplinada base del independentismo catalán siguió sus consignas. No hubo pitadas, cierto. Y solo unos centenares de miembros de los CDR en silencio y con pancartas participaron en una marcha silenciosa por la Rambla de Barcelona.

No hubo protestas airadas como en otras ocasiones. Hubo algo peor y que acaba resonando más que una protesta: el vacío. Una plaza Catalunya que hubiera podido estar repleta de simpatizantes unionistas presentaba enormes lagunas. En todo caso, cientos de personas con banderas españolas. Y en un balcón, muy cerca de donde estaba instalada la comitiva oficial, una gran pancarta con Felipe VI boca abajo y el siguiente texto en inglés: "El rey de España no es bienvenido en los Países Catalanes." Una pancarta colgada la noche antes y que los mossos, al parecer, primero recibieron órdenes de retirarla y después de no tocarla. La delegación del gobierno español ya ha expresado su malestar. 

Dos breves apuntes más. ¿Por qué la Casa Real no quiso realizar la ofrenda floral en la Rambla junto a las autoridades catalanas y para que no se notara tanto su ausencia tampoco estuvo el presidente español? ¿Por qué no fueron capaces de aguantarle la mirada las autoridades españolas a Laura Masvidal, la mujer del conseller Quim Forn, cuando el president Torra la colocó a su lado en la fila de autoridades y se la presentaba? Felipe VI, huidizo, tuvo que escuchar de Masvidal que no era ella sino su marido quien tenía que estar allí y el presidente del CGPJ y presidente del Supremo, Carlos Lesmes, giró literalmente la cara.

Y un corolario. La importante presencia de independentistas en una tarde climatológicamente infernal en Lledoners en homenaje a Quim Forn demuestra que la ciudadanía no olvida y es agradecida a todo lo mucho y bien que se hizo aquel 17-A. No hay que sacarle más punta pero sí recordar que aquel día, justo aquel día, empezaron muchas cosas. Y cayeron muchas caretas.