Vascos y gallegos irán a elecciones el próximo 5 de abril una vez sus respectivos presidentes, Iñigo Urkullu y Alberto Núñez Feijóo, han decidido dar por acabada la legislatura precipitadamente para huir del calendario electoral catalán y que el debate sobre el independentismo o el referéndum no contamine sus respectivas campañas.

Ambos mandatarios convocan a las urnas en una situación que les permite contar con serias opciones para un nuevo mandato, mucho más, claro está, el candidato del PNV que el del Partido Popular. En el caso del lehendakari Urkullu nadie duda de que los nacionalistas vascos serán primera fuerza política y que retendrán el gobierno, llegado el caso, con el Partido Socialista de Euskadi, ya que los votos del PNV son imprescindibles para cualquier mayoría parlamentaria posible en el Congreso de los Diputados para Pedro Sánchez.

A diferencia de Catalunya, donde existe un gobierno independentista integrado por JxCat y ERC, en Euskadi la opción del PNV nunca ha sido EH Bildu y eso que el número de escaños es muy superior al que da la suma de PNV y PSE. Nada apunta a que en esta ocasión sea diferente, aunque las encuestas otorgan hasta 50 escaños de los 75 a una hipotética alianza entre los partidos independentistas vascos y la posibilidad de contar con dos tercios de la Cámara para cualquier reforma, una circunstancia que nunca se ha producido. Será interesante también ver si el electorado vasco sigue practicando la política de contención a Ciudadanos y Vox que hasta la fecha ha dejado a estas fuerzas sin representación institucional ni en el Parlamento de Vitoria, ni en ninguno de los 251 municipios. En cualquier caso, las fichas parecen muy dadas en el País Vasco y solo un terremoto político que hasta la fecha ninguno de los sondeos ha detectado movería el tablero de juego.

El caso gallego tiene unas connotaciones diferentes ya que Núñez Feijoo tiene muchas posibilidades de perder el gobierno si no retiene la mayoría absoluta. En 2016 obtuvo 42 escaños de 75 y las encuestas le otorgan ahora entre 37 y 38 parlamentarios, estando la mayoría absoluta en 38. La campaña de Feijóo, uno de los últimos barones del PP junto al presidente andaluz, Juanma Moreno, consistirá en poner el foco en el acuerdo de Pedro Sánchez con Podemos y el apoyo parlamentario del independentismo catalán. Una estrategia de manual para los conservadores: los comunistas y los independentistas rompiendo España y Galicia como único baluarte para impedir que ello pueda llegarse a consumar. Es obvio que está muy alejado de la realidad pero el PP ya ha demostrado que esta estrategia en Galicia le funciona siempre ya que excepto en períodos muy cortos siempre ha retenido la Xunta frente a los socialistas.

Feijóo deberá resolver una incógnita sobre la que no se ponen de acuerdo los institutos demoscópicos: la oferta de Ciudadanos y de Inés Arrimadas para una alianza electoral. La elección no es nada sencilla ya que los votos de la formación naranja en esa hipotética suma podrían suponer pagar un peaje demasiado alto en lo que se refiere a puestos en las candidaturas y, además, un efecto contrario, ya que podría haber votantes del PP que no lo entendieran. Se da la circunstancia que los populares en Galicia están más en el centro que el partido de Arrimadas.