Es escalofriante escuchar al ex número dos de la policía española Eugenio Pino declarar ante el juez de la Audiencia Nacional José de la Mata que los informes que elaboraba estaban hechos a partir de simples rumores. Y es simplemente espantoso porque permaneció como director adjunto operativo de la policía española los cuatro años que Jorge Fernández Díaz estuvo al frente del Ministerio del Interior y era el responsable directo de la denominada policía patriótica puesta en marcha por el Gobierno español para hacer frente al proceso soberanista. Pero no solo elaboraba informes a partir de rumores, sino que aportaba, y cito sus propias palabras, "una imaginación poderosa como policía". Todo esto está declarado en sede judicial y en un caso en el que Pino tampoco quiso aclarar si se habían usado o no fondos reservados en operaciones relacionadas, por ejemplo, con la obtención de información del expresident Jordi Pujol.

Lo más preocupante no es que cada vez haya más pruebas de cómo se ha utilizado desde el Gobierno español a la policía con fines partidistas e irregulares, algo sobre lo que, por otro lado, se habían ido aportando cada vez más testimonios. Lo alarmante es el vacío político y mediático que se produce en lo que genéricamente se denomina "Madrid" ante un escándalo que está consiguiendo cada vez más sobrepasar lo imaginable. Es obvio que todas las posiciones políticas son defendibles en un Estado de derecho. Pero cabe esperar de actuaciones y confesiones como las de Pino algo más que el silencio administrativo. El Estado de derecho se construye y se defiende estando enfrente de estos abusos de poder. Nunca consintiendo con el silencio actuaciones policiales deplorables.

Hace unas semanas, un político de cierto peso en la política española -más antes que ahora- decía no poder llegar a entender cómo se había dado alas desde el poder a situaciones como la Operación Catalunya. Al tiempo que se lamentaba que en su partido, en estos momentos, todo ello "no producía ni desasosiego".  Ahí radica una parte importante del problema: pensar que cualquier actuación puede llegar a ser asumible si el objetivo que se persigue se acaba consiguiendo. El tiempo demostrará la gravedad del error cometido.