Viendo algunas reacciones de los últimos días y sobre todo de las últimas horas que se han producido en algunos sectores de la sociedad española, uno podría llegar fácilmente a la conclusión de que la entrega del arsenal de armas por parte de la organización terrorista ETA no es una buena noticia. Incluso, que en algunos partidos y medios de comunicación ha sido recibida con un cierto enojo. Y, en cambio, la sociedad vasca, que es sin duda la que más ha padecido el terrorismo, da muestras de sentirse aliviada y de querer pasar página a tantas décadas de terror.

¿Por qué extraño factor, una noticia tan ansiada durante muchos años y que había provocado en todos los presidentes de Gobierno español una legítima ambición por resolver el conflicto vasco bajo su mandato, es ahora registrado como un tema algo menos trascendente? ¿O no era ese el objetivo de José María Aznar cuando anunció el 3 de noviembre de 1998, a través de un comunicado de La Moncloa, que había autorizado el inicio de contactos con "interlocutores del entorno del denominado MLNV" -o Movimiento de Liberación Nacional Vasco- y se hablaba de diálogo y de que sin armas se podía hablar de todo? ¿No será que lo decía sin creérselo totalmente?

Es obvio que ETA no ha ganado esta batalla. La ha perdido estrepitosamente. Se ha quedado sin capacidad operativa para actuar y sin respaldo social. Pero esa victoria no puede enquistarse. Y hay que seguir hacia adelante sin rencor y con diálogo. Es lo que mayoritariamente quieren los vascos y debe ser respetado. De alguna manera, Madrid ya ha perdido Catalunya, acabe como acabe el procés y el referéndum. Hubo un momento en que podía no haber sido así, pero escogió perder el tren de la historia. Ahora, el riesgo que corre es el de acabar repitiéndose la situación en el País Vasco, por impotencia o por inacción.