La última encuesta del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO) antes de las vacaciones confirma la preeminencia de Esquerra Republicana como primera fuerza política catalana. Pese a la privación de libertad de su líder indiscutible, Oriol Junqueras, y el exilio de su secretaria general, Marta Rovira, el electorado catalán, según el CEO, premia la política pragmática de los republicanos y su distancia de cualquier via unilateral juntamente con una organización interna disciplinada y previsible. Los resultados de las elecciones españolas y municipales vuelven a ser confirmados unos meses después de los comicios de abril y de mayo. Ello sucede justo en un momento en que la política española acaba de estrellarse contra las rocas con la fallida investidura de Pedro Sánchez y la política catalana a nivel institucional no está mucho mejor con un Govern que tiene unas cifras extraordinariamente bajas de valoración, empezando por su presidente, Quim Torra que suspende con una pobre puntuación de 4,15, inusualmente baja para un inquilino del Palau de la Generalitat.

El barómetro del CEO hace evidente que Esquerra ha hecho bien los deberes ante unas nuevas elecciones, ya sean de repetición de las españolas el 10 de noviembre, o de unas catalanas sin fecha en el horizonte pero que se pueden acabar celebrando en el 2020. La decena de diputados que saca a Junts per Catalunya y el PSC, que se disputan la segunda posición, es un margen importante pero no definitivo. Sobre todo, porque ERC y JxCat son vasos comunicantes y lo que gana uno lo pierde el otro y sin comicios convocados quedan muchas encuestas por delante. Lo que sí cabe dar por definitivo es que el PSC se ha adueñado definitivamente del espacio unionista y vuelve a recoger sufragios de Ciudadanos, en caída libre después de su errática política del no a todo y del evidente desgaste de Albert Rivera e Inés Arrimadas.

Aunque la mayoría independentista en el Parlament no peligra, hay síntomas preocupantes que la amenazan: el retroceso de los partidarios de la independencia, que por primera vez desde junio de 2017, unos meses antes del referéndum del 1-O, son superados por los partidarios del no. El famoso 80% de  catalanes que creen que Catalunya tiene derecho a celebrar un referéndum de independencia cae al 70,8%, una cifra realmente alta pero diez puntos menor de la que acostumbraba a salir en las encuestas. Seguramente, el desgarro entre las formaciones independentistas, la falta de una hoja de ruta compartida, la confrontación permanente en cualquier debate que afecta al independentismo, la incapacidad para armar una respuesta unitaria a las sentencias del Tribunal Supremo y la ausencia de liderazgo son razones más que suficientes para explicar los datos del CEO.

Como també debería hacer reflexionar el vacío gubernamental existente en Catalunya. La curva descendente del Govern el último año es bastante más que preocupante: si en julio del año pasado ya suspendía con 4,31, ahora su puntuación es del 3,60. Le suspende el 55,8% y le aprueba el 40,5% de los catalanes. El cero es la nota más alta (23,3% de los encuestados) y los electores de JxCat le otorgan una puntuación pobre (5,93) y aún mucho más discreta los de ERC (5,01). Sin un cambio enérgico de timón que visualice la acción política del Govern es francamente difícil que los catalanes mejoren la opinión del president y del Ejecutivo catalán. De lo contrario, la barca solo puede continuar yendo a la deriva.