Pedro Sánchez tiene una peculiar manera de pedir ayuda a las demás formaciones políticas: que se lo den todo a cambio de casi nada. Bajo el señuelo de la unidad o la responsabilidad va estirando apoyos parlamentarios, una vez con unos y otra vez con otros. Logró la investidura con la izquierda española y periférica y los nacionalistas vascos y excepto estos últimos, que tienen la habilidad de pescar siempre algo, los demás se han ido quedando a dos velas si exceptuamos a Podemos, que tienen varias sillas en el Consejo de Ministros aunque sus políticas brillan por su ausencia en el ejecutivo español.

De sobras es sabido que vienen momentos difíciles para la economía española y que Sánchez ha dado instrucciones a los suyos para que los presupuestos se miren de cerrar con Ciudadanos, la formación que hoy dirige Inés Arrimadas y que pretende rescatarlos de las garras del PP. A los naranjas se dirigen los socialistas con mimo y esmero, bien es cierto que son tan pocos que se les puede recompensar con casi nada. Pero Pedro Sánchez quiere también a los populares de Pablo Casado en esta especie de salvación nacional que ha presentado este lunes en la Casa América con los capitostes del establishment y de las grandes corporaciones empresariales. Y por eso ha empezado a gritar socorro.

No es nuevo este tipo de movimientos con Sánchez. De hecho ya intentó una investidura gratis de la derecha para no depender, decía, de los independentistas y no lo logró. Más tarde rescató los Pactos de la Moncloa del inicio de la transición y quiso hacer unos segundos pactos de la Moncloa, que nadie le compró. Ahora intenta el tercer volumen de la misma enciclopedia.

La gran coalición de la manera que sea es lo que sobrevuela en todas las ofertas de Pedro Sánchez mientras Podemos hace escarceos para expresar su disgusto sin que se note demasiado. A veces aprieta el acelerador pero se les acaba notando demasiado que van de farol. Ante los negros nubarrones que vienen para la economía española y, seguramente, los toques de atención que debe estar teniendo desde Bruselas, Sánchez ha cogido a los que mandan en la economía como testigos para mandarle un mensaje al PP y de paso decirles a los presentes que Casado no quiere o bien que el PP nunca tira del carro. Tanto da como se lo diga porque el mensaje es bien claro.

En Catalunya sabemos mucho de mensajes de Pedro Sánchez. Los lanza muy a menudo y siempre con una apariencia de pacto que no puedes dejar escapar. Hasta que, como en los malos trucos, se ve que detrás no hay nada; solo palabras.