Parapetado en un estado de alarma de casi seis meses que el Congreso de los Diputados no debió concederle nunca, y del casi medio año en que las explicaciones que ha ido ofreciendo desde que se inició la pandemia han sido escasas por mucho que haya hablado y se haya producido una estúpida moción de censura de Vox que no le ha hecho ni cosquillas, Pedro Sánchez ha alcanzado la situación perfecta para un gobernante.

Cuando la situación es más grave que nunca, las explicaciones que está obligado a dar son menos que nunca. No solo dispone de manga ancha para sortear los controles parlamentarios sino que, en la práctica, gestiona las autonomías con control remoto, y estas, por ingenuidad o por ignorancia, están en el peor de los mundos: sin tesorería para hacer frente a las medidas que tienen que aplicar y con todo el desgaste de los escasos recursos que manejan en unos presupuestos que no dan mucho más de sí, en parte por el incumplimiento permanente de un sistema de financiación autonómico que está caducado desde 2014 y, en el caso de Catalunya, con el crónico déficit fiscal de alrededor de 16.000 millones de euros de los que se habla muy poco por el escándalo permanente que supone.

El aluvión de informaciones que se produce desde hace semanas para explicar las diferentes medidas que están tomando los diferentes estados transmite a la opinión pública una idea radicalmente falsa de homologación entre los ciudadanos de todos los países. Así, es cierto que todos están endureciendo las medidas y lo que sucede en Catalunya con el toque de queda y el cierre perimetral de las ciudades es un buen ejemplo de ello. Como también lo es el cierre de la restauración y de centros de estética -que ya dura más de dos semanas- y los que se han añadido en los últimos días de equipamientos culturales, centros deportivos y tantos otros.

En una reciente tertulia escuché decir que también se estaban aplicando medidas restrictivas en Alemania y en Francia. Y tenía razón. Pero olvidaron señalar lo más importante: la compensación económica a los sectores afectados. El mecanismo arbitrado y acordado con los länder consiste en que aquellas empresas que tengan que cerrar por la pandemia este mes de noviembre se les abonará un 70% o 75% de la facturación del mismo mes del año pasado. Todo ello lo pueden gestionar directamente por internet y la administración, que dispone de sus datos, será proactiva.

No somos Alemania, ciertamente. Pero a diferencia de la primera ola, que se arbitraron desde el gobierno español una serie de ayudas económicas, en esta ocasión el ejecutivo de Sánchez se ha puesto de perfil y la carga más importante es de las autonomías, que no llegan a tapar agujeros. Y, además, tienen que portarse bien si no quieren quedarse a dos luces. Y entonces enseñan la zanahoria de los presupuestos del Estado y uno no puede menos que recordar que es muy difícil que haya autonomía política sin autonomía financiera. Y eso segundo está mucho más verde que lo primero.