Después de que el Girona fuera atropellado por el colegiado y el VAR con una expulsión claramente injusta de su máxima estrella Cristhian Stuani recién iniciada la segunda parte, y que se quedara con diez jugadores con muchos minutos por delante y perdiera así la opción de ascender a Primera División, el fútbol catalán vivirá una situación que no se producía desde la temporada 1989-90: habrá un único equipo catalán en la Primera División. Muy lejos de los cuatro equipos que tendrá Andalucía —Sevilla, Betis, Granada y Cádiz—, los cuatro del País Vasco —Real Sociedad, Atlhetic, Eibar y Alavés— , los cuatro del País Valencià —Vila-real, Valencia, Levante y Elche— o los tres de la comunidad de Madrid —Real Madrid, Atlético de Madrid y Getafe—.

Es imposible no pensar en una mano negra a la hora de analizar el atraco en el campo de Montilivi perpetrado por el VAR cuando el colegiado había sacado solo la tarjeta amarilla. Sin embargo, la desgracia del Girona en varios play off casa con una situación que este año tiene que ver con el árbitro y el VAR. La aplicación del VAR en la liga española ya ha protagonizado varios escándalos esta temporada y lejos de convertirse en un arma indiscutible, objetiva y equilibrada, como sucede en otras ligas europeas, aquí se ha convertido en arbitraria, polémica y desequilibrada. En muchos partidos, lejos de ayudar a solventar problemas, que es para lo que se ha promovido su presencia, ha acabado causándolos y distorsionando descaradamente la situación.

Pero esa situación que se ha producido este domingo con el Girona tampoco debe hacernos perder de vista que el equipo catalán no se había asegurado el ascenso directo a Primera División que daba el quedar en una de las dos primeras posiciones. El Espanyol ha descendido a segunda división después de una pésima campaña y, como resultado, solo el Barça estará en la máxima categoría. Hay que echar muchas décadas la vista atrás para encontrar una situación similar ya que además del Espanyol —que perdió por penúltima vez la categoría el año 1994— subieron una temporada el Lleida y otra el Nàstic de Tarragona.

Un balance muy pobre, por tanto, el del fútbol catalán en un negocio que cada vez genera más ingresos y mueve más pasiones. Si a ello añadimos la desastrosa temporada del Barça no cabe la más mínima alegría ya que ha quedado todo devastado como un solar.