La elección de la nueva dirección de la CUP es, seguramente, la última oportunidad de la formación anticapitalista para demostrar que las elecciones al Parlament del pasado 27 de septiembre fueron realmente una victoria de las fuerzas independentistas. Los 72 diputados que alcanzaron aquella jornada Junts pel Sí (62 parlamentarios) y la CUP (10 escaños) han funcionado en muy pocas ocasiones como un todo y cuando así ha sido, más de una vez, el coste para el proceso ha sido muy alto desde el punto de vista político y de pérdida de centralidad de un movimiento que se pretende transversal y que precisa no solo no perder por sus dos extremos sino ensanchar su importante base social.

La llegada a la dirección de dos pesos pesados como Quim Arrufat, parlamentario en la anterior legislatura junto a David Fernàndez e Isabel Vallet, y del concejal en el ayuntamiento de Girona Lluc Salellas ofrece, en principio, unas garantías de mejora en la coordinación y de búsqueda de puntos de encuentro entre Junts pel Sí y la CUP. Si no es así, y la CUP sigue manteniendo el comportamiento (y las enormes dosis de frivolidad) de la anterior dirección, a la actual legislatura le acabarán quedando muy pocos meses. La prueba de fuego será, sin ninguna duda, la cuestión de confianza a que se someterá el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, el próximo 28 de septiembre. Es obvio que una derrota desencadenaría un escenario electoral y, seguramente, un realineamiento de los partidos catalanes en clave mucho más ideológica.

Está, por tanto, el Govern y el grupo parlamentario que le da apoyo ante un escenario de alto riesgo de explosión incontrolada de una legislatura. Entre otras cosas, porque no va a ser suficiente con un acuerdo para sacar adelante la cuestión de confianza sino que también tendrán que acordarse los presupuestos para 2017, una vez fracasaron los de 2016 y Catalunya vive aún de la prórroga de las cuentas de 2015. El president de la Generalitat ha insistido en sus últimas intervenciones en completar antes del verano la hoja de ruta a la que se comprometió cuando accedió al cargo el pasado 10 de enero. Que eso sea así no solo depende de su voluntarismo y su acierto, sino de que el Govern mantenga la cohesión que ha demostrado, de que la relación entre el president y el vicepresident Junqueras se mantenga en la zona de confort actual y que la CUP entienda la importancia del momento. En definitiva que lo que muchas veces ha parecido que eran solo 62 diputados vuelvan a ser 72.