Ya me gustaría haberme equivocado en mi vaticinio de ayer pero, con matices, el encuentro entre Pedro Sánchez y Quim Torra ha dado de sí lo que estaba previsto en el guion: una puesta en escena de una medida imagen dialogante por parte del presidente del gobierno español, huyendo de compromisos que tengan que ver con la agenda independentista, y un presidente de la Generalitat haciendo quiebros y más quiebros para no quedar atrapado en el lenguaje autonomista de su invitado. Comoquiera que Sánchez ya recibirá hoy las bofetadas y el desprecio de la derecha política y mediática a través de las portadas de los diarios de Madrid, un efecto de la virulencia desatada contra su gobierno de coalición y el apoyo de Esquerra a la investidura, cabe destacar que el presidente ha tejido con habilidad una amplia agenda de encuentros en el día y medio que pasará en Barcelona. Así, su cita con Torra queda muy subsumida dentro de reuniones con otros actores políticos, sociales y sindicales totalmente identificados con su política.

Por si no fuera suficiente, el primer gol del relato mediático lo marcó la Moncloa divulgando al inicio de la reunión en el Palau un documento con las 44 propuestas de Sánchez a Torra con un título tan poco atractivo como "Documento abierto de agenda para el reencuentro"; y, el segundo, al comparecer primero en la rueda de prensa Sánchez, al término de la reunión con Torra, y fijar el frame del encuentro. La Generalitat solo pudo compensar los dos goles recibidos con una imagen muy preparada al recibir el presidente catalán al español a unos metros de la fachada del Palau. Lo suficiente para que ambos políticos se saludaran bajo la pancarta que preside la balconada de la institución y que reza "Llibertat d'opinió i d'expressió".

A falta de noticias sustanciales de la reunión en la Generalitat, la noticia del día es, sin duda, que la junta de tratamiento de la prisión de Lledoners ha decidido otorgar a Jordi Cuixart y Jordi Sànchez un permiso, en base al artículo 100.2 del Reglamento Penitenciario. En consecuencia, Cuixart saldrá 9,5 horas al día durante los cinco laborables de la semana para ir a trabajar y Sánchez tres días a la semana, 11 horas cada día. No es ningún privilegio y hay cientos de presos que, cumplido el plazo de un cuarto de la condena a prisión lo obtienen. Dispuso de él Iñaki Urdangarin, que sale cada día para realizar tareas de voluntariado. Es un pequeño primer paso, no es la amnistía necesaria por un juicio y una sentencia injusta que hay que reivindicar cada día desde las instituciones, desde el Parlament, desde los partidos, desde las entidades y desde la calle.

Habrá que ver qué hace el fiscal y si lo recurre -apuesto que sí- y no dejará de ser irónico que la nueva fiscal general del Estado, la ex ministra de Justicia Dolores Delgado, que ha sido colocaba para rebajar la judicialización de la política catalana tenga que lidiar con la situación. Eso, después de que Sánchez sacara pecho sobre su control de la Fiscalía. Aquí también se podrá ver si el cambio es tan solo cosmético o va más allá y se puede pensar en un horizonte de negociación.