Ada Colau, Albano-Dante Fachin, Joan Coscubiela, la fiscalía, la Guardia Civil y el TSJC. Estos seis actores componen el menú informativo de este viernes, una vez han pasado las dos sesiones del Parlament con la aprobación de las leyes del Referèndum y de Transitorietat Jurídica i Fundacional de la República y la firma por parte del president Puigdemont y de todo su Govern de la cita con las urnas del 1 de octubre. Colau es, sin duda, el nombre propio de la jornada por sus permanentes vaivenes a la hora de ceder o no los locales municipales para el referéndum. Todo el mundo la presiona y ella alarga y alarga su decisión. Cuando habla da a entender una cosa: que está, aunque sea a disgusto, con el 1 de octubre; cuando actúa es otra cosa y su firma no aparece con la de más de seiscientos ayuntamientos que ya se han puesto a disposición de Puigdemont y Junqueras. Hay quien dice que calcula y calcula con las amenazas de acciones penales del Gobierno español y la fiscalía por en medio. Su carrera política puede ser cortada en seco y ese no es un plato agradable. Seguro. Mientras tanto, ha tenido la primera plaça de Sant Jaume llena de manifestantes, muchos de ellos votantes suyos, pidiéndole que colabore con el referéndum. Debería preocuparle si los que le entienden sobre todo son los que no le votaron.

Fachin no solo es el hombre del día. Seguramente también está en el pódium de los de la semana y aspirante a figurar en la lista de los del mes. Aunque hay quien quiere verle más fuera que dentro de Catalunya Sí que Es Pot y de Podem, los dardos le vienen desde Madrid y no desde el interior de la organización morada en Catalunya. No gusta su actitud partidaria del referéndum aunque defienda el no. Su beligerancia a favor del 1-O desnuda a demasiados compañeros suyos y la política no tiene amigos. Su actitud en el Parlament ha sido un poema a raíz de las intervenciones de los líderes de CSQEP. Sobre todo, cuando ocupaba el estrado Joan Coscubiela, martillo de los independentistas y aliado de Cs y PP en sendas jornadas maratonianas en el hemiciclo catalán. Ver a Albiol y Arrimadas aplaudir con el entusiasmo que lo hicieron a Coscubiela es sin duda uno de los vídeos virales de las últimas 48 horas.

La fiscalía y el TSJC por un lado y la Guardia Civil por el otro completan el carrusel informativo del día. La producción judicial empieza a ser alta y el Gobierno español no solo ha dado trabajo al Tribunal Constitucional sino también a otras instancias. La presentación de una querella criminal contra la totalidad del gobierno catalán representa todo un hito en la democracia española. Si acaba prosperando, y hay pocas dudas de que no sea así, el topetazo institucional será muy alto. El TSJC ya la ha admitido a trámite y habrá que ver el ritmo que quiere imponer y cómo se desarrollan los acontecimientos: si queda en papel mojado porque el referéndum se celebra y acaba siendo la piedra angular de los movimientos políticos del futuro o la represión es tan alta que acaba inmovilizando su materialización.

El caso de la Guardia Civil es bien diferente. De ser cierta la información facilitada, que los agentes han abandonado la imprenta de Constantí con cajas vacías después de 48 horas de vigilancia exterior y registro de trabajadores y una entrada final en las instalaciones, no deja de ser sorprendente. No sé bien si el nivel de alerta cuatro antiterrorista se corresponde con esta pérdida de tiempo aunque en el juego de la oca informativa siempre se puede acabar hablando de la CIA.

Y he dejado para el final la advertencia del Gobierno español de supuestas responsabilidades a todos aquellos ciudadanos que participen en la organización del referéndum. Con este aviso a particulares el Gobierno cruza una línea final peligrosa y sobre la que obviamente no tiene materia jurídica para actuar pero sí para sembrar miedo entre la ciudadanía. Por esta línea igual acaba incluso advirtiendo a las 59.376 personas que a las 22.24 horas del viernes ya habían firmado en la web joconvoco.cat en apoyo al president y a su Govern por convocar el referéndum y los 30.000 voluntarios inscritos. Ciertamente, un despropósito.