Mientras Josep Borrell recuperaba en Lleida tras el veto del Parlament a Miquel Iceta, que le ha barrado el cargo de presidente del Senado, uno de sus clásicos sobre la desinfección, un auténtico hit parade del ministro en el pasado y ahora algo más rebajado de tono -ya solo llama a desinfectar las heridas para que cierren y cicatricen- algo muy inusual e importante sucedía a 2.000 kilómetros de distancia: el Parlamento alemán aceptaba a trámite una moción sobre la mediación alemana y de la UE en el conflicto entre Catalunya y España. No suelen prosperar este tipo de mociones en el Bundestag y la iniciativa parlamentaria del grupo Die Linke, quinta fuerza política de la Cámara con 69 diputados de los 709 que la componen, tendrá ahora un trámite de intenso debate en tres comisiones: Exteriores, Asuntos de la Unión Europea y Derechos Humanos.

La iniciativa de Die Linke, un grupo político que sería comparable en España a Podemos, no solo abre un debate sobre la situación política en Catalunya y la represión del Estado español en un Parlamento tan relevante como el Bundestag sino que también hace que la causa catalana tenga una mayor incidencia en la opinión pública alemana. Algo que como es sabido han tratado infructuosamente de impedir Borrell y su equipo, empezando por la responsable de la fallida España Global. Ahora que Borrell abandona el Ministerio y vuelve al Parlamento Europeo quizás habría que hacer balance de su gestión en política internacional. Es difícil encontrar algo que no sea la bronca o el ruido, curiosamente lo más alejado de la exigible diplomacia en política internacional. En lo que respecta a rebajar el protagonismo del conflicto catalán está muy lejos de haber tenido algún éxito y de su paso por el Ministerio se recordarán sus broncas en entrevistas internacionales o con cónsules en Barcelona. O el triste papel de los embajadores que, a toque de pito del Ministerio, han tratado de cortocircuitar en el extranjero actuaciones de los miembros del Govern exiliados.

En el curioso ranking de ministros de Exteriores perdidos en el conflicto catalán -desde 2012, José Manuel García-Margallo, Alfonso Dastis y Josep Borrell- incluso el popular Margallo actuó con mayor tiento y algo más de acierto a la hora de buscar complicidades con España en el extranjero aunque fuera a cuenta, como él mismo dijo, de muchas facturas pendientes en forma de encargos de estado para atraer voluntades. Que los dos parlamentos más importantes de Europa, los de Berlín y Londres, tengan a Catalunya en su agenda legislativa y que en París 41 senadores suscribieran un documento de apoyo a los presos políticos catalanes demuestra que, con todas las dificultades del mundo ya que la lucha de David contra Goliat es siempre larga y pesada, la causa catalana sigue estando bien viva.