La visita de la cúpula del Govern de Catalunya a Bruselas -el president Puigdemont, el vicepresident Junqueras y el conseller Raül Romeva- ha cumplido los dos objetivos que tenía. En clave interior, expresar la cohesión del Ejecutivo y ser capaces de trasladar, una vez más, un mensaje común de compromiso con el referéndum de independencia antes de que acabe el próximo mes de septiembre. En clave exterior, denunciar en el corazón de Europa, en su capital política y administrativa, la calidad de la democracia española que persigue a los políticos independentistas en los tribunales, reclamar ayuda internacional ante la actitud del Gobierno español de Mariano Rajoy, requerir a Europa que sea parte activa de la solución y reiterar la vocación europeista de Catalunya a lo largo de la historia.

Puigdemont estuvo moderado en las formas y contundente en el fondo. Utilizó un lenguaje diplomático que se entiende muy bien en Bruselas y que combina puño de hierro con guante de seda. Desgajó el alejamiento en el desencuentro entre Catalunya y España y situó en la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut el punto de no retorno de una mayoría de la sociedad catalana. Por dignidad, dijo el president de la Generalitat. La dignidad de Catalunya era el título del editorial conjunto de la prensa catalana publicado antes de la sentencia del TC y que, con el paso del tiempo, ha sido tan premonitorio. Las palabras de Carles Puigdemont traerán sin duda cola, por más que desde el PP su portavoz en el Parlamento Europeo, Esteban González Pons, haya tratado en las horas previas a la conferencia de situar cortafuegos que rebajaran su impacto y de ridiculizarla.

Si Puigdemont transmitió el acuerdo político existente en Catalunya, Oriol Junqueras, en su condición de vicepresident y conseller d'Economia, trazó los ejes de la economía catalana en la actualidad y su segura viabilidad en un Estado independiente. Como contrapartida destacó el maltrato financiero que recibe la Generalitat mientras se realizan inversiones multimillonarias en el resto del Estado de escasa viabilidad y el descrédito de España a la hora de cumplir la legislación europea a lo largo de la historia. Con una mano atada, Junqueras puso el acento en el crecimiento del PIB por encima de la UE y la reducción de las tasas de paro.

Un viaje de esta naturaleza, que no tiene como objetivo ser recibidos por las autoridades europeas, tiene una única manera de ser evaluado: las asistencias al acto y el impacto en los medios de comunicación. Del éxito de lo primero es un ejemplo la sala más grande del Parlamento Europeo llena a rebosar. De lo segundo, habrá que seguir la información que se publicará en las próximas horas.