Primera constatación: el Estado ha asumido, al fin, que la Generalitat no va de farol con su propuesta de referéndum de independencia y que habrá, en una semana más o menos, una fecha de celebración y una pregunta binaria llamando a los catalanes a las urnas. No era todo, en contra de las insistentes manifestaciones de la Moncloa, una estrategia para acabar en elecciones autonómicas. Y también el acuerdo entre el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, y el resto de formaciones políticas que dan apoyo al referéndum, empezando por su vicepresident Oriol Junqueras, para llevarlo a cabo es consistente.

Segunda constatación: no había suflé en el espacio independentista. Tampoco grandes diferencias de fondo entre Puigdemont y Junqueras en el tema del referéndum. ¿Cómo es posible que se equivoquen siempre? La legislatura no arrancaría, después no habría presupuestos de la Generalitat, más tarde Junqueras dejaría colgado a Puigdemont. y hasta hace muy pocas fechas, el bulo de las elecciones. Pero las encuestas siguen más o menos igual que en los últimos años. En un porcentaje no inferior al 70% de los catalanes con derecho a voto, el referéndum es la propuesta de consenso. No es muy difícil de entender que la mejor manera de dar voz a los catalanes es permitiendo la votación y no acudir a la carrera de San Jerónimo, sin número, a hacer un Ibarretxe dos.

Tercera constatación: el nuevo mantra es que el Govern y Puigdemont están en manos de los radicales de la CUP. ¿Es eso verdad? En parte sí y en parte no. Claro que está en manos de la CUP para sacar adelante iniciativas en el Parlament ya que Junts pel Sí solo tiene 62 escaños y la mayoría son 68 y, por tanto, necesita seis de los diez diputados de la CUP para que le salgan las cuentas. Cierto también que la CUP ha impuesto en muchos momentos de la legislatura un timing y unas resoluciones a las que JxSí hubiera tenido que responder de otra manera. Pero ¿es eso cierto en el tema del referéndum? No, ni mucho menos. Puigdemont lo incorporó en la moción de confianza sin acuerdo previo con la CUP y ha fijado la estrategia de intentar el referéndum pactado con el Gobierno español sin acuerdo previo con la CUP. 

Cuarta y última constatación: Pedro Sánchez ha vuelto allí donde estaba antes de que le expulsara su partido de la secretaria general del PSOE. En estos meses de abstinencia no ha entendido que sumarse al relato del PP de ley y mano dura como única medicina en las relaciones con Catalunya le deja sin discurso propio. O sea, en la indigencia política. No puede ser que todo sea tan solo querer sacar a Mariano Rajoy de la Moncloa sin poner nada a cambio. Si el nuevo relato político del renacido Sánchez es exactamente el mismo de su etapa anterior, el resultado será también idéntico.