La llamada del jefe de filas del Partido Popular en Bruselas, Esteban González Pons, a boicotear la conferencia del president Puigdemont, del vicepresident Junqueras y del conseller d'Exteriors, Raül Romeva, este martes en Bruselas es un acto muy grave. Y lo es por varios motivos: en primer lugar, es un acto oficial del gobierno catalán, ya que ha sido anunciado como corresponde y además se celebra en una de las salas del Parlamento Europeo. En segundo lugar, porque no hay tradición de una descortesía institucional similar, máxime en unos momentos en que el principal esfuerzo institucional de la Generalitat está en insistir una vez más en el referéndum pactado. Y finalmente, cuesta mucho y es cansino repetir a cada acto hostil del ejecutivo español que la propagandística Operación Diálogo tiene pies de barro. Así, la respuesta a cada movimiento del Govern o del Parlament nunca es política sino que se mueve entre una llamada a boicotear un acto, como en este caso, o la judicialización.

No deja de ser curioso el enorme esfuerzo de los diferentes tentáculos del Gobierno español para impedir, vetar, reprimir, inhabilitar, expulsar, coaccionar, sancionar, presionar y un largo etcétera antes que sentarse a negociar con el gobierno catalán. Llevar a Bruselas esta actitud y exponerla en el Parlamento Europeo no debería molestar a nadie ya que, en principio, los argumentos se contrarrestan con argumentos. Y los actos públicos con otro acto público. Tan legítimo es que el Govern quiera exponer su posición en la capital comunitaria como que otro día sea el Ejecutivo de Mariano Rajoy el que quiera dar su parecer sobras las demandas catalanas.

Que sea el valenciano Esteban González Pons el que trate de coartar la libertad de expresión -ya que se trata de eso, una simple conferencia- es también el ejemplo, cuando menos, de unos ciertos nervios. El otrora político influyente de la formación conservadora y hoy caído en desgracia, de ahí su exilio -al menos el lo vivió así- a Bruselas una vez se conoció la profundidad de la carcoma de la corrupción en el País Valencià, ha perdido una oportunidad para demostrar los límites de la discrepancia en la política que nunca deben llegar a impedir a cualquier precio que tu rival pueda expresarse y llegar a ser escuchado.