Austria e Italia celebran este domingo unas elecciones que van a ser claves para sus respectivos países y que van a fijar la mirada internacional para calibrar hasta qué punto la ultraderecha, el populismo o ambas cosas a la vez siguen ganando espacio electoral. En muy pocos meses se han dado pasos impensables hacia la desestructuración primero de la Unión Europea –el triunfo del Brexit en Gran Bretaña– y más recientemente de las relaciones Europa-EE.UU., con el sorprendente triunfo de Donald Trump. No repuestos de la victoria del magnate norteamericano en las presidenciales norteamericanas, las elecciones presidenciales austríacas, donde un candidato de ultraderecha tiene a su alcance la presidencia de la República, y el referéndum constitucional italiano planteado por el primer ministro, Matteo Renzi, que puede fácilmente perderlo, ensanchan aún más la enorme preocupación por el avance desmedido de fuerzas políticas desestabilizadoras de los equilibrios políticos existentes desde la Segunda Guerra Mundial.

Es evidente, el fracaso más absoluto del viejo orden mundial y la emergencia de otro nuevo con parámetros, en muchas ocasiones, muy preocupantes. El triunfo de Trump ha removido los cimientos de la sociedad norteamericana, acostumbrada a ver los cambios en la Casa Blanca sin la pasión propia de países latinos e incluso con la tranquilidad de pensar que los resortes de la Administración norteamericana quitaban trascendencia a los relevos en la presidencia. Así ha sido, de hecho, en las últimas décadas y, por ejemplo, no se había cuestionado nunca tanto como en esta ocasión la idoneidad del presidente como comandante en jefe y responsable máximo del botón nuclear.

Austria afronta este domingo el riesgo de que Norbert Hofer se convierta en el primer presidente de la extrema derecha en Europa. Una sociedad cansada por la repetición de las elecciones del pasado mes de mayo por irregularidades en el censo y cada vez más preocupada por la llegada de la inmigración puede dar un paso impensable hace unos años. Lo más chocante es que son los gobiernos, con su reacción cobarde e insensible ante el drama humanitario que supone la llegada de refugiados a Europa, los que más están haciendo para abrir el paso a los puestos de poder a la ultraderecha y al populismo.

El caso de Italia y el referéndum constitucional no es exactamente el mismo, pero también es un reflejo de la respuesta ciudadana a una iniciativa gubernamental. En este caso, una nueva Constitución que Renzi ha planteado como un plebiscito y que si pierde pondrá en jaque la estabilidad italiana. Allí le esperan la derecha de Berlusconi y la inquietante formación del cómico Beppe Grillo, el Movimiento 5 Estrellas. Y mientras, vemos en Francia como los partidos afinan estrategias para las presidenciales de mayo y eligen candidatos cada vez más a la derecha. Y queriendo impedir que avance el efecto Le Pen, la líder del FN va ganando la batalla de la centralidad. Eso sí, los jefes de Estado y de gobierno de la UE siguen sin enterarse. Como el Titanic.