El movimiento independentista está desorientado pero no desmovilizado. Los negros augurios sobre la asistencia a la manifestación de la Diada Nacional de Catalunya han quedado en eso, pronósticos, predicciones e incluso deseos. Hay que decirlo sin rodeos: la convocatoria de la ANC con el apoyo de Òmnium y la AMI ha sido un éxito y la manifestación ha sido una gran manifestación. También una marcha importante que deja al Govern de Pere Aragonès y a su president un mensaje nada ambiguo: independencia o elecciones. Los gritos de Govern dimissió son una respuesta a la ausencia de Aragonès a la marcha, pero sobre todo a la hostilidad con que Esquerra Republicana se ha enfrentado a la Assemblea Nacional Catalana para que la convocatoria fuera un fracaso. Porque nunca, al menos desde 2012, una manifestación de la Diada había jugado con tantos elementos en contra: el principal partido independentista boicoteándola y los medios públicos de la Corporación tomando distancia cuando no intentando enfriar la asistencia. La Operación desmovilización ha sido un verdadero fracaso.

Todo el mundo deberá tomar nota de que en la calle persiste una fuerte pulsión a favor de la independencia combinada con una no menor crítica a los partidos independentistas. Deberán tomar nota en Madrid pero también en Barcelona. En el palacio de la Zarzuela -fora el borbó, gritaban los manifestantes- y en el palacio de la Moncloa, en la plaça de Sant Jaume i en el parc de la Ciutadella, en los diarios de Madrid y también en la prensa escrita barcelonesa, en las patronales y en los sindicatos. La torpe propaganda no pasa la prueba del algodón y una mentira repetida mil veces no pasa a ser una verdad. La fracasada mesa de diálogo, la insípida agenda del reencuentro, la incapacidad para defender competencias autonómicas, el persistente expolio fiscal o unas infraestructuras ferroviarias tercermundistas que nunca llegan a la hora siguen siendo elementos movilizadores para reclamar la independencia. ¿Quién va a confiar en un gobierno como el español que no es ni tan siquiera capaz de que funcione Rodalies y eso que la ministra del ramo es catalana?

Se podrá decir que el independentismo necesitaba una jornada masiva como la de este domingo para seguir confiando en sí mismo, en su fuerza. Ha exhibido músculo durante toda la jornada y ha reclamado unidad y acción. Claro que no ha sido la movilización de los años fuertes del procés, aquel ciclo ganador entre 2012 y 2017 que fijó la foto de una Catalunya independiente en el mundo. Pero nadie tiene la capacidad movilizadora del independentismo para ganar la calle y eso sigue siendo una verdad indiscutible. Vamos a ver a partir de ahora como se recomponen los platos rotos dentro de la familia independentista y si existe voluntad de recoser lo que está roto. El president Aragonès debería dar el primer paso y recibir en su despacho a los convocantes de la manifestación antes de que se agrande definitivamente la fractura en el mundo independentista. Porque la solución no es una lista cívica como reclama la ANC sino que el nuevo ciclo político que reclama Òmnium tenga los mimbres suficientes para dar el esperado salto adelante con instituciones y partidos que revierta el desánimo y la desorientación.

Algo que es imposible sin un nuevo marco estratégico que deje atrás todas las fórmulas que no han funcionado en estos últimos cinco años. La inevitable guerra de cifras que ya ha empezado este mismo domingo no es el mejor camino para avanzar. Ese debate hay que dejarlo a los que aspiran a una Diada festiva y folklórica, no reivindicativa y nacional. Òmnium, siete meses después del relevo en la presidencia, ha movido pieza para un nuevo tiempo. Y lo ha hecho con voluntad de liderazgo y ambición de un nuevo marco. Las entidades independentistas, desde ópticas diferentes y con propuestas diametralmente opuestas, están leyendo mejor el momento que los partidos políticos. Están saliendo de la zona de confort mientras ERC, Junts y la CUP se dedican a pelearse entre ellos y carecen de propuestas que no sean, cada uno en su estilo, propuestas huecas.

La manifestación de este domingo empuja a los políticos. Los incomoda. Eso es normal, aunque les desagrade. Es la hora de volver a reconectar. Hay partido.