El president Pere Aragonès completó a primera hora de la noche de este domingo un gobierno que tiene como característica principal dos elementos: en primer lugar, va más allá de las propias filas de Esquerra Republicana, incorporando consellers que se les puede identificar con el álbum de fotos del PSC, Convergència o Podem en el pasado. En segundo lugar, nace con enormes dificultades parlamentarias para no sucumbir a las primeras de cambio. A las ya conocidas críticas de Junts para que convoque elecciones o se someta a una moción de confianza, se sumó este domingo la líder de En Comú Podem en el Parlament, Jéssica Albiach, que con un tono poco habitual con ERC aseguró que el nuevo ejecutivo nace muerto.

Con una actitud mucho más cauta y suave en las formas, el líder del PSC, Salvador Illa, sigue tendiendo la mano a Aragonès para aprobar los presupuestos. Cada vez que lo hace, ERC le da calabazas e incluso Junqueras ha afirmado que antes se prorrogarán los presupuestos de 2022 que se aprobarán con el PSC las cuentas públicas de 2023. La nueva consellera de Economia i Hisenda, Natàlia Mas, vieja conocedora de la casa en la que estuvo cuando la dirigían Junqueras y Aragonès, se va a encontrar con la principal patata caliente que permitirá saber si el Govern goza de unas ciertas constantes vitales o si está, simplemente, con respiración asistida a la espera del golpe de gracia.

La composición del nuevo Govern ha conseguido sorprender por la incorporación de los exsocialistas y exconsellers Quim Nadal —siete años con Maragall y Montilla, rompió el carnet socialista en 2015—, que se ocupará de Recerca i Universitats, y Manel Balcells, que estará al frente del Departament de Salut. El histórico diputado de Convergència en el Congreso entre los años 1996 y 2019 Carles Campuzano, que militó en el PDeCAT hasta el año 2020. O la ex secretaria general de Podem en Catalunya Gemma Ubasart, actualmente profesora de la Universitat de Girona.

Más allá de poner en práctica su apuesta política de ensanchar la base, es evidente que, en el fondo, lo que se pone en evidencia es una opa a los comuns —Gabriel Rufián en Santa Coloma difícilmente rascará votos del PSC pero puede hacer daño a los comuns y ayudar a que ERC logre la Diputación de Barcelona— que tiene como principal objetivo hacerse con la alcaldía de Barcelona, algo que no pudo lograr en 2019 pese a quedar primera fuerza política. La implosión en Junts que desencadenó Esquerra cesando al vicepresident Jordi Puigneró tenía también una bala en la recámara: apartar a Xavier Trias de la candidatura a la alcaldía de Barcelona y facilitar el camino a Ernest Maragall. Trias, pese a que el escenario político actual no es el que más le gusta, lejos de apartarse y renunciar a la lista, contempla muy preferentemente presentarse más que dejarlo correr.

Este martes el segundo Govern Aragonès se reunirá por primera vez y se inicia así, con 20 meses de retraso, lo que quebraron los resultados de 14 de febrero de 2021, que obligaron a un ejecutivo de coalición entre ERC y Junts, al quedar primero el PSC. Lo que pasa es que a estas alturas aquella opción inicial nunca puesta en práctica tenía sentido si la aritmética sumaba. Ahora no suma y Esquerra tiene enfrente aparentemente todo el arco parlamentario.