Que en plena aprobación en la comisión de Justicia del Congreso de los Diputados de la ley de amnistía, el Partido Popular, Vox y Ciudadanos hayan reunido, este domingo, alrededor de 500 personas en la plaza de Sant Jaume de Barcelona para protestar, demuestra bien a las claras que la aceptación entre el españolismo en Catalunya igual no es la que se nos dice. El ruido que la derecha despliega puede tener una acogida importante en Madrid, quizás en Andalucía, Extremadura o en las dos Castillas, pero no en muchos otros sitios. 

A veces se confunde lo que hacen los jueces en Madrid, los partidos en sus cuarteles generales de la capital del reino, los subvencionados medios de la autonomía de Isabel Díaz Ayuso, bien sean periódicos, radios o televisiones con las preocupaciones de la gente. Alrededor de 500 personas, según la Guardia Urbana, son realmente muy poca gente. Es para hacérselo mirar y dar una vuelta, en serio, a si este es el camino que la derecha española debe seguir en Catalunya. No puede haber una mayor enmienda a la totalidad del electorado que el absentismo ante una cuestión tan fundamental y que lleva ocupando portadas y más portadas de diario.

Es más: es muy probable que entre cargos públicos y militantes sean bastantes más que las 500 personas que se acercaron en la mañana de este domingo a protestar en el centro neurálgico político de Catalunya. Pero aunque esto sea una verdad irrefutable, la derecha no piensa arriar esta bandera y está dispuesta a cometer los mismos errores del pasado. Aquellos que le llevan al PP a tener una posición marginal en la política catalana: pobres resultados y una imposibilidad permanente a aspirar a formar parte de mayorías políticas de gobierno. Sus únicas figuras institucionales, los alcaldes de Badalona, Xavier García-Albiol, y de Castelldefels, Manuel Reyes, hace tiempo que aprendieron la lección y el partido lo miran con una prudente y educada media distancia.

La derecha está dispuesta a cometer los mismos errores del pasado, que llevan al PP a tener una posición marginal en la política catalana

Pero Madrid y la derecha española necesita vivir de unas ciertas dosis de anticatalanismo que fluctúan también en función de sus necesidades. La historia siempre se repite: no hay nada más fácil en la capital española que atacar la identidad catalana. A veces es la lengua, otras la cultura y siempre la nación. Se retroalimentan en su anticatalanismo sin entender que medidas como la de la amnistía, más allá de un redactado u otro de la ley, encuentran un apoyo amplio del conjunto de la sociedad y un rechazo igualmente intenso de los sectores intolerantes que prefieren la judicialización de la política, que sean los magistrados los que acaben decidiendo qué es lo que quiere la ciudadanía y qué es lo que puede y lo que no puede hacerse.