Si contáramos las veces que ha hablado Felipe González en los últimos siete meses, o sea, desde las elecciones del pasado mes de diciembre, llegaríamos a la siguiente conclusión: el ex presidente del gobierno ha utilizado su arsenal político para que el PSOE apoye a Mariano Rajoy y le facilite la investidura en mayor proporción que los otros dos ex presidentes vivos, José Luis Rodríguez Zapatero y José María Aznar. En esta ocasión lo ha vuelto a hacer a través del diario argentino Clarín, justo en el inicio de la ronda de contactos que mantendrá este martes y miércoles Rajoy con Albert Rivera y Pedro Sánchez. El tótem socialista no ha podido ser más claro: "El PSOE tiene que dejar gobernar a Rajoy aunque no se lo merezca".

Desconozco con precisión la capacidad de persuasión de González en la actual cúpula socialista, aunque por la reacción de sus portavoces en episodios anteriores se diría que se le escucha cada vez más fuera de las fronteras socialistas que en su propia organización. Al menos, a nivel de dirección. Pero llama la atención que acuda para pedir el voto para Rajoy a la idea de que hay que hacerlo pero no se lo merece. Son muchos los españoles que estando a disgusto con la situación política actual y la prolongación de la interinidad política; también critican que el líder del PP ha hecho muy poco por desbloquear la situación. Si no fuera así Rivera y Sánchez habrían tenido más presión de la que han recibido para desbloquear la situación.

Lo que sucede es que, en el fondo, Rajoy quiere una investidura sin concesiones programáticas, o las mínimas posibles. Eso sí, ofreciendo algunos ministerios como cebo para doblar, sobre todo, a Ciudadanos. La partida se ha puesto interesante ya que todos se mantienen en una posición similar a la de principios de año, obviando que por en medio han habido otras elecciones y han pasado siete meses. Tal es la capacidad de inmovilismo de la política española que a ciencia cierta aun no sabemos si el presidente del gobierno en funciones irá o no a la sesión de investidura tras el encargo del Rey y su sui géneris aceptación. Como tampoco nos ha explicado la flamante presidenta de las Cortes, Ana Pastor, de qué tiempo dispone el candidato para formalizar el encargo. Todo muy repetitivo (y aburrido).