La propuesta del presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, al presidente del gobierno de designar a la Comisión Europea como mediadora para desencallar la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) borda el ridículo después de cuál ha sido la posición de los conservadores en los últimos tiempos. No llega ni a ocurrencia. Supongo cómo deben estar sus detractores internos después de toda la mofa hecha por el PP una vez Carles Puigdemont exigió un mecanismo de verificación a Pedro Sánchez y este, a regañadientes, lo aceptó.

Habría que ir a la hemeroteca o a la fonoteca para recoger con precisión todos los adjetivos utilizados por parte del PP y del mismo Feijóo, que llegó incluso a cuestionarse la mediación internacional y plantearla en términos de soberanía nacional. Ahora es él quien lo propone como una cosa ingeniosa y trata de salvaguardar su gracia en que la Comisión Europea no es comparable con el coordinador-portavoz que tienen Junts y PSOE, el diplomático salvadoreño Francisco Galindo Vélez. Es una posición política muy poco sólida, ya que el PP tenía muchas otras opciones para acordar la renovación del CGPJ, que lleva cinco años caducado. En cambio, Pedro Sánchez tuvo que tragar con lo que se le ofreció, ya que si no es más que probable que su investidura no hubiera tenido lugar.

El líder del PP también sienta un precedente negativo e impropio de un país soberano

Pero es que, además, hay otra cuestión: ¿qué sucederá cuando se conozca el rango de las otras dos personas, hoy anónimas, que también son internacionales, y forman parte del mecanismo de verificación? ¿Y si su rango supera el que Feijóo puede sospechar y cuentan con galones más que suficientes? Entonces, lógicamente, tendrá que aplaudir y olvidarse de las críticas que ha vertido. Se ha metido en un enjambre lleno de avispas y alguien le ha conducido directamente al borde del precipicio.

Sánchez, jugador de regate corto, pero más avispado que nadie en un marco de turbulencias, ha aceptado la propuesta de Feijóo. Seguramente, confiado en que acostumbra a ganar las partidas cuando sale a la contienda en terreno abierto. En el fondo, el líder del PP también sienta un precedente negativo e impropio de un país soberano. No soy capaz de recordar cuándo los dos grandes partidos de un estado han recurrido a la mediación de Bruselas para desencallar la renovación de un órgano fundamental de un estado de derecho. Supongo que en la capital comunitaria alguien se debe estar desternillando de risa.

No está de más recordar que Puigdemont recurrió al mecanismo de verificación porque lo que se tiene que solucionar es el conflicto entre España y Catalunya después de la represión judicial y política contra el independentismo catalán durante una década. Se puede ser miope o ridículo, pero sumar las dos cosas es un serio problema para Feijóo.