Cuando aun no se han cumplido siete meses de la llegada de Alberto Núñez Feijóo a la presidencia del PP en sustitución de Pablo Casado empiezan a surgir dudas sobre su capacidad para liderar la organización, su preparación y conocimiento ante los problemas, y también su escasa capacidad para dar respuesta a la complejidad que supone estar cada día en un sitio de la geografía con simpatizantes que esperan alguna cosa más que latiguillos sobre el delito de sedición, la igualdad entre españoles o las apelaciones a los huérfanos del constitucionalismo.

Este domingo, Feijóo ha estado en Lleida y se ha visto que, más allá de algunas frases inconexas que recordaban momentos de Mariano Rajoy, su fondo de armario dialéctico es inexistente y sus propuestas a la sociedad catalana imposibles de percibir. El hecho de que haya sido durante 13 años -de 2009 a 2022- presidente de la Xunta de Galicia, algo que seguramente debería comprobarse en la Wikipedia porque nada parece habérsele pegado de esa larga etapa como mandatario autonómico. El hecho de haber sido elegido presidente del PP el pasado mes de abril por el 98,35% de los votos le garantiza, seguramente, ser el próximo rival de Pedro Sánchez a la Moncloa, pero corre el riesgo de que el tiempo que falta para los próximos comicios se le haga demasiado largo.

El hecho de que la mayoría de las encuestas le sigan considerando favorito para ganar las próximas elecciones, que como muy tarde se celebrarían en febrero de 2024, ya que tocarían unos meses antes pero España tiene la presidencia de la UE en el segundo semestre de 2023, no es un cheque en blanco hacia el palacio de la Moncloa. Primero, porque no todas las encuestas dan los mismos datos y no es lo mismo, por ejemplo, lo que dice el CIS -hoy comandado por el socialista José Félix Tezanos- que pronostica en solitario incluso la victoria del PSOE si ahora se celebraran los comicios, que, en el otro extremo, casas de encuestas que vaticinan desde la mayoría absoluta con Vox a una mayor incertidumbre, ahora que parece que la ultraderecha ha entrado en un retroceso electoral.

Sea como sea, el electorado dormido del PP en Catalunya si Feijóo no lo despierta se quedará en su casa o irá al PSC, repitiendo un camino que ya realizó en las últimas catalanas para impedir la victoria del independentismo el 14 de febrero de 2021. En estos comicios el PP se quedó tan solo con 3 diputados y poco más de 100.000 votos. Lejos incluso de los 11 parlamentarios que obtuvo Vox y casi 220.000 sufragios. Y la historia electoral recuerda que no ha habido ninguna vez en que los populares hayan tenido opciones de alcanzar la Moncloa si no han recortado con los socialistas la importante diferencia electoral que siempre hay entre ellos en Catalunya. Y con el discurso ultramontano no se llega más allá de los votantes de Vox y de Abascal.