No deja de ser revelador cómo políticos y medios de comunicación españoles han pasado de puntillas o bien ni han pasado, después de los elogios de Pedro Sánchez a la primera ministra italiana, la postfascista Giorgia Meloni. Es cierto que la diplomacia lleva en ocasiones a tener que guardar la compostura más allá de lo necesario pero son del todo exageradas y decepcionantes las palabras pronunciadas tras la reunión en el palacio Chigi de Roma: "Querida Giorgia, vas a encontrar un Gobierno español que quiere tener las mejores relaciones con el Gobierno italiano. Estoy encantado de estar aquí". Ello, unido a otras en que el presidente español reivindicaba que los objetivos de ambos países estaban muy alineados y ponía como ejemplo "el desafío de la inmigración irregular".

Es cierto que los períodos vacacionales, o estos cortos días de asueto de Semana Santa, suelen propiciar a veces situaciones hilarantes en los que resulta más fácil, por ejemplo, hablar de los gags de TV3 sobre la Virgen del Rocío e inventarse una supuesta andalusofobia, que no se cree nadie, que pararse a pensar lo que supone blanquear como si tal cosa la ultraderecha italiana. A mí, personalmente, no me ha parecido especialmente divertido el gag -me reconozco un poco cansado con este tipo de humor y más en una televisión pública- pero en ningún caso se puede entender como un ataque a Andalucía como ha señalado su presidente, Juanma Moreno.

Desconozco en que momento el Gobierno español, que se sepa aún integrado por el PSOE y Unidas Podemos, ha convergido con el italiano en el desafío a la inmigración irregular. Pensaba, a lo mejor ingenuamente, que esa era una de las materias en que la ultraderecha y la izquierda estaban muy separadas y no hace tanto tiempo Meloni participaba en la campaña electoral de Vox. Porque va a costar mucho sostener en público que puede estar cómodo con la primera ministra italiana e incómodo con Santiago Abascal o criticarle al dirigente de Vox su política de inmigración, cuando se ha alineado con lo que representa la formación ultra Fratelli d'Italia.

Cuando se afirma que a la ultraderecha se la combate desde todas las tribunas, esa del palacio Chigi de Roma también era una. ¿O eso solo es un eslogan? ¿O solo vale cuando es para criticar a los adversarios políticos? Dicen que los órganos de comunicación controlados por la ultraderecha italiana no hacen sino elogiar a Sánchez por prescindir de debates ideológicos y situar a Meloni en la más absoluta normalidad democrática. Quizás, la única lección de este lamentable episodio sea que la palabra dada por Pedro Sánchez acostumbra a tener una duración muy breve. Aunque el daño ya está hecho.