La conversación de alrededor de 140 minutos entre el presidente del Gobierno español en funciones, Mariano Rajoy, y el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, es en si misma una noticia. Desde el 30 de julio de 2014 en que Artur Mas acudió a otra cita similar con el inquilino de la Moncloa, el diálogo entre ambas administraciones era inexistente. Este miércoles y en plena precampaña para las elecciones españolas, Puigdemont ha tenido con Rajoy la conversación que más o menos se esperaba: educada, superficial y sin atisbos de acuerdo en ningún momento. Seguirán hablando la próxima semana la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y el vicepresident Oriol Junqueras sobre temas puntuales, aunque importantes, bloqueados algunos desde hace años y que de resolverse mejorarían la vida diaria de la Generalitat y de los ciudadanos de Catalunya.

La reunión evidenció los límites que existen entre el diálogo y la negociación. Siempre es importante lo primero y lo extraño es, en todo caso, la cerrazón de la Moncloa, que se ha negado a hablar durante casi dos años. Pero tampoco hay que engañarse: era necesaria una disposición a la negociación por parte del presidente en funciones y ésta ni se ha producido, ni se ha intuido. El hecho de que tampoco se esperara un movimiento por parte del PP no resta importancia al inmovilismo existente. "No hay posibilidad de acuerdo", señaló Puigdemont al final de la reunión. No dejó este titular Rajoy a los periodistas pero de su comparecencia pública bien se podría deducir.

A partir de ahora, Puigdemont y Rajoy vuelven a sus respectivas casillas. El president, en su primera visita a Madrid, se ha movido con hechuras de político con ideas claras. También la constatación de que la hoja de ruta independentista se mantiene y que el referéndum pactado es la única vía real de negociación posible para un futuro gobierno en Madrid. Todo ello el día que Puigdemont entró en la Moncloa en medio de un fuerte aguacero y salió cuando lucía el sol. También el día que el Barça ganó en Riazor al Deportivo de la Coruña por 0-8. Esa sí fue una mala noticia para Rajoy.