El PSOE ya tiene fecha para el 39.º congreso del partido, se celebrará el mes de junio, pero le falta lo más importante: ofrecer a la sociedad algún signo de vida que demuestre que sigue existiendo. Sacar al PSOE del profundo pozo en el que sus dirigentes le han colocado por errores, traiciones y divisiones no es tarea fácil. Ha perdido credibilidad, es cierto. Pero también muchas más cosas: brújula política, liderazgo, discurso y proximidad a los sectores sociales a los que debería representar. El comité federal que se ha celebrado este sábado pretende pasar página a las dos decisiones más sorprendentes de la historia reciente del partido, el golpe de estado contra el que fuera secretario general Pedro Sánchez y el apoyo a Mariano Rajoy para continuar cuatro años más en el palacio de la Moncloa.

Como otras formaciones, el PSOE es básicamente hoy en día una maquinaria electoral. Cuesta verle un futuro que no sea de color gris oscuro ante la aplastante ausencia de ideas y la desnortada posición en dos temas capitales: el conflicto territorial español y el papel de la socialdemocracia, encajonada entre populismos de uno y otro signo y los partidos conservadores-liberales. Quizás por ello, el PSOE cada vez que tiene un problema mira más al armario del pasado que a las generaciones del futuro. En parte también porque de los dos últimos dirigentes, José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez, buena parte del generalato de la organización ha salido escaldado.

Que el primero dirigente del PSOE que haya dado el paso para liderarlo a partir de junio haya sido el histórico líder de los socialistas vascos Patxi López, de 57 años y ex de muchas cosas, desde lendakari hasta presidente del Congreso, no es sino un ejemplo del encierro de la organización a la aparición de nuevos liderazgos. A López se le sumará, seguramente, la andaluza Susana Díaz, y ya veremos si a Pedro Sánchez se le permite entrar en esta pugna una vez se han debilitado a conciencia muchos de sus apoyos en la organización del partido a lo largo del territorio. Pero el problema más importante del socialismo es que con López o con Díaz va a quedar como una formación marginal en la política española. Agarrados a muchas de las banderas que ya tienen el PP y Ciudadanos no son sino una mala copia de la derecha. Eso les sucede en el caso catalán, pero les pasa también en Euskadi. Y así pueden permanecer mucho tiempo. Recibiendo aplausos permanentes de sus adversarios mientras van perdiendo apoyos electorales. Será que todo no se puede tener.