El independentismo catalán ha vuelto a ser convocado a la calle este domingo, tan solo dos meses después de la última gran concentración con motivo del Onze de Setembre, Diada Nacional de Catalunya. Si los últimos 11-S se han convertido en una gran imagen plástica de una jornada festiva, que era la suma de una reivindicación pacífica a favor de un Estado propio y un ejemplo indiscutible de la vitalidad e imaginación del independentismo, con una fuerte repercusión internacional, en esta ocasión, los organizadores convocan en apoyo de los más de 200 cargos electos investigados por el proceso independentista.

En un momento en el que al independentismo catalán le quedan sus instituciones de autogobierno, su cohesionado entramado social y una nada disimulada guerra de guerrillas entre los partidos soberanistas, las entidades convocantes, ANC, Òmnium y Associació de Municipis per l'Indepèndencia (AMI) vuleven a tomar el pulso al movimiento reivindicativo. El momento no es nada casual: el Estado ha reforzado la presión sobre los cargos electos, tanto los que tienen procesos judiciales algo más antiguos, como los afectados por la consulta participativa del 9-N del 2014, Artur Mas, Joana Ortega, Francesc Homs e Irene Rigau; la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, y varios cargos municipales. En total, unas 200 personas figuran por uno u otro motivo en un procedimiento judicial y están siendo investigadas.

El horizonte del referéndum de independencia que planteó el president Puigdemont en la moción de confianza del pasado mes de septiembre, y le recordó explícitamente este sábado la CUP al comprometerse a rechazar las enmiendas a la totalidad a los presupuestos y facilitar su tramitación en el Parlament, incrementará, sin duda, la tensión entre la Generalitat y el Gobierno español. De ahí que el recurso a la movilización no sea gratuito y que el independentismo pretenda mostrar de nuevo su musculatura en un momento crucial del proceso. Sobre todo, porque las divisiones políticas y las discrepancias entre partidos siempre han encontrado en la calle una llamada a la unidad que ha rebajado la tensión entre las formaciones políticas.

Ese es también uno de los objetivos de la concentración en la avenida Maria Cristina, casualmente el sitio en el que hace 39 años el president Tarradellas se reencontraba con los catalanes a la vuelta de un largo exilio y traía con él la Generalitat y la presidencia. Obviamente, para el tronco central del catalanismo muchos de aquellos sueños se han quedado por el camino. De ahí las propuestas de una mayor soberanía política y la constatación de un modelo acabado, incapaz, como se ha visto una y otra vez, de solucionar los problemas de los catalanes.