Ha empezado este viernes el desembarco de los políticos españoles aprovechando la celebración de la diada de Sant Jordi como un acto más de la larga precampaña de las elecciones municipales. Ya suele ser eso: cuatro elogios sobre lo bonito que es una fiesta en que se conjugan la rosa y el libro, algunas recomendaciones de libros que muchas veces te ha preparado alguno de tus asesores, un almuerzo o un poco de tenis en las pistas del Real Club de Tenis Barcelona, un paseo por las paradas del Eixample hasta acabar en la Rambla, varios tópicos sobre Sant Jordi, el 23 de abril y la comparación ridícula con la diada del 11 de Setembre y, para que no falte, un empujón político a los tuyos que no son otros que el PSOE, el PSC o los comunes.

Todo muy previsible, pero es que la aproximación a Catalunya desde la política española es desde hace demasiado tiempo muy predecible. Y también muy pensada en el escaparate gráfico más que en la política real. Pondré tres ejemplos: un Feijóo desangelado y poco interesante en el palco durante el Alcaraz-Davidovich de tenis, ganado por el murciano. A Rajoy, al menos, le interesaba cualquier deporte, incluso por encima de la política, pero el expresidente es seguidor del Depor y, obviamente, del Real Madrid. Feijóo pasa por Catalunya convencido de que no tiene nada que decir, ya que aquí le votan poco, pero que no sea que tampoco aparece en las fotos. Así, un palco viendo un partido siempre mejor que una entrevista, ya que si recoge algún mínimo aplauso en Barcelona, en Madrid le estirará la derecha mediática de las orejas.

El segundo ejemplo es el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, gestor más que político, aunque vaya más de lo segundo que de lo primero. Recuerda bastante a una antecesora suya aunque con más galones, al menos en el BOE, la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, que también hablaba de Catalunya con tanta rotundidad como desconocimiento. No hay nada peor que conocer Catalunya a través de los que recibes en tu despacho de la Moncloa, que siempre acaban diciendo, por lo general, lo que su interlocutor ansia escuchar. Así, lo único que te aseguras es que acabes metiendo la pata más veces de lo necesario. Bolaños lleva bajo el brazo la carpeta catalana por encargo de Pedro Sánchez, pero el tiempo ya ha demostrado que en esta carpeta no hay nada dentro.

Finalmente, están los seis ministros que este Sant Jordi pasearán por las calles de Barcelona. Tres del PSOE y tres de Unidas Podemos. Las dos formaciones, con su cuota de catalanes correspondientes. Además de Bolaños, el de Cultura, Miquel Iceta, y el de Exteriores, José Manuel Albares. También estarán la ministra de Igualdad, Irene Montero, la líder de Sumar y vicepresidenta, Yolanda Díaz, y el ministro de Universidades, Joan Subirats. Una jornada lúdica en un escaparate magnífico para hacerse unas fotos y olvidarse de la política, más allá de declaraciones públicas para ocupar algunos titulares. Ni por asomo, teniendo en cuenta que son seis ministros los desplazados, y tres de ellos miembros de la mesa de diálogo, capaces de pensar en sacar las telarañas a aquel foro político que decían que debía abordar el conflicto político entre Catalunya y España. Hoy, sus impulsores, ni la mencionan, el ejemplo más claro de para qué ha servido.