La designación del presidente del PSC y exministro de Cultura, Miquel Iceta, como nuevo embajador de España ante la Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura con sede en París, ha levantado ampollas en el cuerpo diplomático, que ha mostrado su disconformidad y preocupación. No es la primera vez que un gobierno hace un uso partidista del cargo de embajador para encontrar ubicación a políticos sin destino y que se plantea como un último premio después de una larga trayectoria. De ello se han aprovechado tanto desde el PSOE como desde el PP. Pero es comprensible que la Asociación de Diplomáticos Españoles, que representa el 70% de la carrera diplomática, alce la mano considerando que la persona que accede carece de habilidades y competencias para el cargo.

Curiosamente, tres presidentes del PSC se han hecho cargo de una embajada en diferentes momentos. El primero fue Joan Reventós, que, a los pocos meses de llegar Felipe González a la Moncloa, partió como embajador en Francia, donde ocupó un cargo clave entre 1983 y 1986. Reventós, abogado de profesión, disponía de una agenda importante de relaciones con el Partido Socialista francés y François Mitterrand acababa de llegar a la presidencia de la República. El problema más importante entre ambos países era ETA. En aquella época, París defendía que el derecho de asilo pertenecía a la tradición republicana y democrática de Francia y que los refugiados vascos debían continuar gozando del amparo francés. Reventós tenía que revertir unas relaciones que eran mucho peor que malas —execrables, era la definición francesa— y de nula cooperación terrorista entre ambos países. Mover aquella actitud no fue fácil, pero, con Reventós de embajador, París aceptó las deportaciones a terceros países como primer paso y alternativa a la extradición. 

No es la primera vez que un gobierno hace un uso partidista del cargo de embajador para encontrar ubicación a políticos sin destino y que se plantea como un último premio después de una larga trayectoria

El segundo presidente que accedió al cargo de embajador fue Àngel Ros, licenciado en Ciencias Físicas por la UB, doctor en Informática y MBA, y profesor en varias universidades como la Politécnica y Esade. Alcalde de Lleida entre 2004 y 2018, renunció al cargo para hacerse cargo de la embajada en Andorra, que ocuparía hasta el pasado mes de febrero. Fue toda una vicaría, en una embajada menor, pero de enorme interés para Ros, ya que estaba a solo dos horas de Lleida y le permitió ir cerrando su carrera política.

El nombramiento de Iceta es más sorprendente, aunque engarza con la jubilación diplomática de Reventós y Ros. Es el primer embajador ante la Unesco que accede al cargo sin estudios universitarios, algo que no deja de ser un contrasentido, ya que la embajada es ante la Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura. En cualquier otra embajada, quizás, hubiera podido encajar, pero en una tan específica no deja de ser llamativo. En un momento en que todo el mundo está escandalizado por los resultados del informe PISA, no parece que sea la mejor manera de poner en valor el peso de la formación y la imprescindible preparación académica. Pero bueno, así nos va.