La decisión de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) de convocar entre sus afiliados una consulta para decidir si la entidad soberanista impulsa una lista cívica en las próximas elecciones catalanas es un error. Y lo es porque, fundamentalmente, cuando se fundó en 2011 era básicamente una organización unitaria y transversal y así se mantuvo en sus años de verdadero apogeo en que actuó como catalizador de decisiones de las formaciones políticas independentistas. Es en su declive y en su división cuando ha confundido su papel impulsor en la adopción de decisiones con querer ser un partido más, generando división y, de facto, expulsando a los partidos.

Aunque la ANC dista mucho de ser aquella entidad que recogió con acierto la pulsión de la sociedad catalana en un determinado momento, con estas iniciativas, lejos de recuperar su papel de aglutinador de voluntades, hace un flaco favor a la unidad y contribuye a la división. Una fractura que ya no es entre la ANC y los partidos independentistas, sino en el interior de la misma organización, que se encuentra fracturada ante una decisión así. Este hecho también ha repercutido en los apoyos a la actual presidenta Dolors Feliu, ferviente partidaria de la lista cívica frente a una parte mucho más numerosa de la dirección de la entidad soberanista que es contraria.

Sea como sea, del 1 al 14 de marzo y de forma telemática, se preguntará a los militantes de la entidad lo siguiente: "¿Estás de acuerdo en que la Assemblea impulse la Lista Cívica por la Independencia en las próximas elecciones al Parlament de Catalunya, con el fin de hacer efectiva la independencia?". Si el resultado es satisfactorio, cabe pensar que la ANC concurrirá a las próximas elecciones catalanas frente a Esquerra Republicana, Junts per Catalunya y la CUP, disputándose en esta franja de voto independentista los sufragios necesarios para obtener escaños en la cámara catalana.

La ANC ha confundido su papel impulsor en la adopción de decisiones con querer ser un partido más, generando división y, de facto, expulsando a los partidos

La participación en las últimas elecciones municipales y, sobre todo, en las españolas del pasado mes de julio ha generado un cierto chup-chup que alimenta el debate sobre la viabilidad de una cuarta lista. El argumentario es de sobras conocido: como que los partidos independentistas no han llevado a cabo la independencia y han alcanzado acuerdos políticos para facilitar la investidura de Pedro Sánchez, han traicionado a su electorado y alguien tiene que ocupar su lugar para llevar a cabo el objetivo trazado en 2012 y consolidado en el referéndum de independencia del 1 de octubre de 2017. 

Lo cierto es que cuando la ANC ha tratado de injerirse en un proceso electoral como si de un partido político se tratara, ha salido más bien escaldada y sus apoyos han sido inexistentes. De hecho, las encuestas que se han realizado no le dan hueco electoral para sacar escaños, aunque, también es verdad, todos los sondeos demoscópicos han sido hechos fuera de un proceso electoral y sin que sean un actor electoral.