Cuando se van a cumplir, el próximo 25 de agosto, los dos meses del acuerdo al que llegaron el PSOE y el PP sobre la renovación del Consejo General del Poder Judicial, en que cada partido aceptó que escogerían diez miembros cada uno, continúa bloqueada la elección del presidente después de tres intentos fallidos en una espuria demostración por parte de ambos que el único interés que tienen es el control del organismo. Quizás hay pocas situaciones en la renovación de una institución tan importante —el presidente del CGPJ lo es también del Tribunal Supremo— en que se hagan tan evidentes las miserias de ambas formaciones políticas, dispuestas al precio que sea a no dar su brazo a torcer con todo lo que hay en juego.
Primero fue el PP el que durante cinco años —¡cinco años!— tuvo bloqueada la renovación del Consejo con triquiñuelas jurídicas y diferentes enredos a los socialistas. Cada vez que estaban cerca de alcanzar un acuerdo, se levantaban de la mesa con cualquier excusa. Tanto es así que tuvo que intervenir el comisario de Justicia de la Comisión Europea, Didier Reynders, en una situación insólita en un país de la Unión Europea e impensable en Francia, Alemania e Italia. ¿Alguien es capaz de imaginarse a la CE mediando entre gobierno y oposición? Pues en Madrid, ambos partidos se dieron por satisfechos con este arbitraje, que, por otro lado, ha conseguido tan solo que la renovación sea un hecho, pero que sean incapaces de alcanzar un acuerdo para la presidencia.
En su día ya señalamos que la renovación del CGPJ tan solo respondía a intereses del PSOE y del PP, incapaces de cerrar acuerdos en otras materias, pero dispuestos a alcanzar pactos que dejan fuera a todos los partidos de la oposición. El PP verá qué hace con Vox, ellos sabrán. Pero que el PSOE designara miembros de obediencia socialista y tanto Sumar como ERC, Junts, Bildu y PNV lo miraran desde la barrera, dice muy poco de todos ellos. En el caso de Esquerra y Junts, votos imprescindibles para la gobernanza de Pedro Sánchez, es sorprendente el desconocimiento de lo que es realmente el entramado de poder en Madrid. No es fácil, ciertamente. Pero los votos mueven montañas... si se saben utilizar.
La parálisis del CGPJ es un ejemplo más del fracaso de los dos partidos del bipartidismo y de las malas prácticas de una situación peligrosamente enquistada
No solo quedaron fuera y fueron incapaces de obligar al PSOE para que su paquete de diez tuviera la cuota que le correspondía al independentismo catalán, sino que en los acuerdos los socialistas aceptaron que el PP colara al magistrado Pablo Lucas, que ahora, además, es el que opta a la presidencia del CGPJ por el sector conservador. Lucas fue el que autorizó el espionaje al independentismo con Pegasus por el CNI, además de al abogado Gonzalo Boye.
Este lunes se ha visto que la fractura es total y no solo afecta a la elección del presidente. Puesta a votación una propuesta de los diez vocales conservadores para denunciar la supuesta intromisión del ministro Óscar Puente sobre los jueces y la aplicación de la ley de amnistía, los diez progresistas se opusieron. Más allá de que Puente tiene razón en sus críticas a los jueces, que hacen política cuando solo tienen que aplicar las leyes, la parálisis del CGPJ es un ejemplo más del fracaso de los dos partidos del bipartidismo y de las malas prácticas de una situación peligrosamente enquistada.