El Partido Popular ha vivido este martes una de aquellas jornadas propias de un equipo con aroma de descomposición. Por la mañana, Rita Barberá, ofrecía una conferencia de prensa (formalmente debe llamarse así) para anunciar que comparecería voluntariamente ante el juez que investiga uno de los casos de presunta corrupción en Valencia. De hecho, es cierto que comparece voluntariamente pero también es cierto que el juez le había invitado a hacerlo. Las palabras desafiadoras de Barberá tuvieron división de opiniones: desde el presidente del gobierno en funciones que se declaró satisfecho hasta Javier Maroto, vicesecretario secretario del partido, que las consideró insuficientes. También, Pablo Casado, uno de los valores en alza en el PP. Fue el primer aviso de algo que no suele ser habitual y que provocó desconcierto en las filas conservadoras.

Sin embargo, el plato fuerte de la jornada estaba por llegar. Rita Barberá dejó Valencia y llegó al Senado en loor de multitudes entre los suyos. Realmente, el Senado es un cementerio de elefantes políticos pero ahora también sabemos que viven alejados de la opinión pública. Al caer la tarde, el Partido Popular anunció que le habría expediente informativo a Rita Barberá y a una cinquentena de sus colaboradores por el supuesto blanqueo de dinero en la última campaña electoral y que investiga un juzgado de Valencia. También, por la unas declaraciones de la exconcejal de Cultura Maria José Alcón en las que señalaba, según se ha conocido ahora, en una conversación con su hijo, que en este país lo único que funcionaba era la corrupción

Más allá de la verguenza que cualquier ciudadano puede sentir por las declaraciones de Alcón, el PP - o un sector del PP- parece querer lanzar discretamente a Barberá a la cuneta. Primero lo hicieron los valencianos, después sus electores y ahora el partido. Poseedora de grandes e inconfesables secretos y dotada de un fuerte carácter, la exalcaldesa no está dispuesta a ser el chivo expiatorio del estercolero político en que se ha convertido la comunidad valenciana después de paso del PP por sus instituciones. De ahí el guante de seda con el que ha sido tratada hasta la fecha. Pero los apoyos se le van acabando o van menguando.