Artur Mas se aparta pero no se va. Con una frase tan gráfica como escueta -"yo, en este escenario de futuro, quiero estar y estaré"- el expresident de la Generalitat ha querido, en el consell nacional de Convergència de este miércoles, zanjar el debate entre los que le piden un día que siga dirigiendo el partido que ostenta la presidencia del Govern de Catalunya y, al día siguiente, que encabece las listas a Madrid; y aquellos otros que, desde posiciones contrarias, comentan en voz baja que se tendría que acabar de ir del todo. Mas, en el preludio de lo que tiene que ser el próximo 21 de mayo la consulta a la militancia sobre si el camino debe ser la fundación de un nuevo partido o la refundación de la actual CDC, lo ha dejado todo abierto pero ha dado algunas pistas.

Primera, Carles Puigdemont lidera el Govern sin ninguna tutela, tiene su máxima confianza y su elección ha sido un acierto. Segunda, la apuesta de Mas por la fundación de un partido nuevo que releve a CDC y ensanche sus actuales fronteras, hoy electoralmente muy limitadas por demasiado plomo en las alas, es total. A los cuadros del partido les anunció que este jueves empezaría a explicar públicamente su posición.

Tercera, ha de haber nuevos liderazgos y la apuesta tiene que ser tan valiente como lo fue en el pasado mes de enero la de Puigdemont. Este comentario no es baladí, sobre todo en unos momentos en que muchos de los dirigentes que han protagonizando la etapa reciente de CDC aspiran a seguir siendo en el futuro los actores principales. Artur Mas parece querer erigirse públicamente en garante de que esto no va a suceder y que no sería un buen camino. De alguna manera, poner el rumbo hacia la recuperación de los electores perdidos y revertir la situación actual en la que a medida que han ido desapareciendo los electores han ido apareciendo los sectores. Tres reflexiones que abren, aunque sea con fórceps, la dirección de la nueva organización. Veremos como acogen algunos el vendaval de renovación.