Pues sí. Este viernes Hacienda -aquel ente que publicita que somos todos, pero que a la hora de la verdad no es exactamente así- debe haber ingresado alrededor de 2.000 millones de euros de unos 630.000 autónomos, que el pasado mes de mayo pudieron aplazar durante el primer estado de alarma dada la inactividad manifiesta y la ausencia de ingresos. No ha habido piedad por parte de los recaudadores y el plazo de seis meses que se concedió a los autónomos en mayo en esta ocasión ha sido finalmente improrrogable aunque las condiciones no son mejores que entonces, y ha tocado pagar hasta el último euro de las cotizaciones y los impuestos para no quedar expuesto a un recargo por impago por los hombres de negro españoles. 

No hace falta ser un lince para sorprenderse de la actuación fría y calculadora del Gobierno español ante un colectivo especialmente maltratado por la crisis. Los discursos quizás lo aguanten todo, como los PowerPoint, pero la realidad está muy lejos de lo que se predica. Y si no que se lo pregunten a los autónomos, a los trabajadores afectados por los ERTE o a los pequeños o medianos empresarios que no saben como reflotar un negocio que tan pronto tienen cerrado, abierto por franjas horarias o capado en los días más importantes del año. Uno no puede menos que preguntarse cómo piensa el ejecutivo de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias que aquel trabajador que no ingresa nada desde hace meses y que ha tenido que tirar de sus ahorros si tenía o, peor aún, si está arruinado, pueda liquidar a Hacienda lo que no tiene. De poco sirve autoproclamarse el Gobierno más progresista si los trabajadores se van cayendo por la cuneta ante la inacción del ejecutivo.

Mientras la derecha hace un alarde de no haber aprendido nada del pasado y tira nuevamente de mesas petitorias por todo el territorio español -como en 2006 con el Estatut, contra Catalunya, siempre- a raíz de la ley de educación impulsada por la ministra Celaá en busca de firmas para tumbarla al grito de que elimina el castellano como lengua vehicular en Catalunya, la izquierda se enzarza en rencillas internas de ministros del PSOE con Iglesias, un día Margarita Robles y otro Nadia Calviño.

Todo son batallas pequeñas al lado de las necesidades de la ciudadanía para superar una crisis económica que a los políticos no les llega, pero que es muy real para empresarios y trabajadores. En este terreno de juego, Pedro Sánchez siempre tiene las de ganar: sus voceros siempre salen al quite con debates superficiales mientras nadie le exige que inyecte de una vez por todas el dinero que se le ha pedido para sacar a flote una economía que amenaza estar bajo mínimos durante mucho más tiempo del previsto.