Si una negociación de muy última hora no lo soluciona, Barcelona estará en servicios mínimos de transportes con motivo del Mobile World Congress (MWC), el principal escaparate internacional de la capital catalana durante los próximos cinco días. Las consecuencias se verán este mismo lunes, día de su inauguración, y las 100.000 personas que se han desplazado a Barcelona las acabarán padeciendo, sobre todo las que se refieren al funcionamiento del metro. Obviamente, la huelga es un derecho reconocido de los trabajadores aunque no está de más apuntar que en demasiadas ocasiones se escogen días que causan un gran trastorno ciudadano, haciendo un uso propagandístico y aprovechando así para plasmar las reivindicaciones en el marco de un acontecimiento como el del MWC.

Es también un examen para el equipo de gobierno de la capital catalana y su alcaldesa, Ada Colau, que no ha logrado (aún) la desconvocatoria de la huelga. La parte positiva ha sido su implicación en la búsqueda de una solución que, una vez más, ha jugado con acierto mediático y con voluntad de sumar. El conflicto ha centrado políticamente a Colau. Pero una negociación que acaba mal (por ahora) también es fruto de la estrategia adoptada, no sólo de las peticiones de los trabajadores. El equipo municipal ha negociado tarde y mal quizás pensando que encontrarían mayor simpatía de los sindicatos. En este aspecto han pecado de ilusos e ingenuos creyendo que negociaban con trabajadores de su espacio político, cosa que era cierta pero sobre todo eran huelguistas.

El MWC llegó a Barcelona en el 2006, después de celebrar sus anteriores ediciones en Cannes, y tras el acuerdo suscrito el pasado año por el alcalde Trias garantiza su celebración hasta el 2023. El equipo de gobierno de la capital catalana ha dado en los ocho meses que lleva dirigiendo la ciudad muestras de improvisación en temas capitales y una cierta incapacidad para llegar a acuerdos políticos con el resto de formaciones. Sería deseable que Colau cerrara un acuerdo de legislatura que le garantizara la estabilidad de la ciudad y se pusiera, de una vez por todas, a gobernar para todos los barceloneses.