Que Ciudadanos nació con la voluntad de provocar una fractura en Catalunya, a estas alturas no hay ninguna duda. Que su palanca ha sido la lengua y para ello no ha dudado en desestabilizar el modelo escolar, los planes de inmersión para que los alumnos accedan al segundo ciclo formativo con el conocimiento del catalán y del castellano, tampoco. Ese ha sido su único programa electoral y, en los restos de un naufragio, previsible sin duda alguna, ese es su único planteamiento. Generar crispación, provocar división y amenazar. Siempre amenazar. A veces a políticos, otras a maestros, periodistas, funcionarios, etcétera.

Este sábado ha tocado a los educadores escolares que ven alterados todos sus planes escolares con una sentencia del TSJC que obliga a implantar un 25% de la educación en castellano. No es una decisión de ningún consejo escolar, ni de un colectivo de profesores, es una decisión judicial. Por lo que parece, han de decidir sobre todo: desde las horas lectivas de castellano a si es necesario un toque de queda para luchar contra la variante ómicron. Desde si se pueden o no celebrar elecciones catalanas, al F.C. Barcelona o si se tiene que cerrar el ocio nocturno. Eso por no hablar de cuando tienen en su mano la capacidad represora para encajar un problema territorial que la política, que es a la que le tocaría, no quiere afrontar.

Ha dicho este sábado el presidente del grupo parlamentario de Ciudadanos en el Parlament, Carlos Carrizosa, en un mensaje a funcionarios y directores de instituto, que "no habrá bastantes listas separatistas" para todos los maestros que se queden sin trabajo por incumplir sentencias si son inhabilitados por desobedecer el 25% de castellano. Ello, en referencia al caso del director de un instituto de Manresa que se ha remitido a los planes remitidos al inicio de curso por la conselleria d'Educació. Carrizosa está dispuesto a promover acciones penales.

De 36 diputados en las elecciones catalanas de 2017, Cs pasó a seis en las siguientes, que se celebraron en 2021. Las encuestas le auguran ahora un resultado aun bastante peor en medio de la disgregación del partido naranja, que está en riesgo de desaparición en toda España. Pero la catalanofobia que Ciudadanos despertó, como en otros momentos de la historia otros han hecho porque siempre ha estado latente en España, ni ha desaparecido, ni desaparecerá. Una fuerza aún más a su derecha, aunque ocupando buena parte de su base electoral, como es Vox, ha cogido el testigo.

Y lo que es más grave: ha maniatado el discurso lingüístico del PP y, en parte, el de los socialistas. La prensa de Madrid habla día sí y día también del catalán, porque sabe que el PSOE tiene que hacer un discurso más ambiguo pero tampoco en el sitio que se espera de un partido que antaño defendió la inmersión y participó activamente en el modelo de escuela catalana. Y los partidos independentistas defienden la lengua mirando de evitar cualquier conflicto. Algo, como siempre, casi imposible en sí mismo y mucho más en los últimos tiempos, porque el choque es inevitable en la defensa de los intereses de Catalunya. Se puede demorar, por estrategia o por falta de fuerzas, pero los ejemplos no harán más que acumularse en un baúl que necesariamente cada vez necesitará ser más grande.