Verse es mucho más que una aplicación móvil de pagos entre personas. Gratuita e instantánea. Sólo hace falta introducir una tarjeta de crédito o débito, indicar el importe y escoger el contacto de teléfono o Facebook donde se quiere enviar. Con dos años y poco de existencia, la fintech catalana ya ha levantado hasta tres rondas de financiación: 1,8 millones de dólares, 8,3 millones de dólares y 20,5 millones de dólares. Un total de prácticamente 28 millones de euros. Suma y crece de la mano de firmas de capital norteamericano de la talla de Spark Capital, e.ventures o Greycoft Partners.

Nacida en Estados Unidos y con sede en Barcelona, su objetivo es expandirse a nuevos países como Suiza o Noruega, consolidarse en los 27 países de la Unión Europea (UE) donde ya tiene presencia, lanzar nuevos productos y garantizar un futuro prometedor. "Crecer y crecer, este es nuestro futuro", ha asegurado el consejero delegado de Verse, Borja Rossell, junto con los otros cofundadores Alex Lopera y Darío Nieuwenhuis. En el presente, ya han vuelto a reinventarse con una de las mayores rondas de financiación de España. Sin embargo, Lopera ha querido insistir en que "la empresa está centrada 100% en el crecimiento. Preferimos centrarnos al captar negocio que no cobrar al cliente."

Verse

Ahora ya no se trata únicamente de pagos peer-to-peer sino también de un nuevo componente social: crear grupos y acontecimientos para realizar pagos en común. "Creemos en la filosofía de que el pago también es social y se puede compartir siempre y cuando se quiera", ha añadido Rossell. ¿Te imaginas una app para pagar un regalo conjunto, una cena o incluso un viaje? Pues, ya existe, se llama Verse y sin cobrar nunca a los usuarios, aspira a convertirse en el método líder de pagos entre millennials. De momento, ya se ha avanzado a Whatsapp. A la espera de que se acabe de tramitar su licencia como entidad de pago, ya se le conoce como el Whatsapp de pagos por móvil. Y ya visualizan una nueva aventura: transacciones de comercios electrónicos.

En sus instalaciones de 650 metros cuadrados en plaça Catalunya tocando con el Hard Rock Café, se respira un aire made in Silicon Valley. Sin despachos, con espacios diáfanos y una cocina llena de utensilios, comida y fotografías de sus 26 trabajadores. A razón de como mínimo 5 trabajadores más por año, prevén llegar a los 35 a finales de este 2017. "No nos hemos fijado una cifra. Aquí, lo que hace falta es talento", ha añadido Rossell. Y para captar talento, tienen un entorno neurálgico inmejorable que inspira la creatividad: una terraza con una mesa de Ping Pong, una Playstation o un proyector que sirve tanto para ver películas como para hacer formación sobre criptomoneda o la tecnología Blockchain. Su modus operandi es claro: "El pequeño margen de felicidad del trabajador es muy barato". Con sólo un clic, crean como viven. O como les gusta decir a ellos: "Can't stop, won't stop".