En el FC Barcelona se avecina un momento delicado en su vestuario. La llegada de Marcus Rashford parecía un impulso positivo: gol, asistencias y dinamismo. Pero también ha generado tensión interna. Y ahora, con la recuperación de Raphinha, las cosas se complican.
El brasileño es clave. Cuando Raphinha está disponible, el Barça cambia. Su presión alta, su intensidad y su manera de entender el juego hacen que el equipo funcione mejor. La posesión se transforma en ataques verticales; la defensa rival siente la presión más arriba. Sin él, el equipo pierde ritmo y fluidez.
El regreso de Raphinha crea un conflicto con Rashford y Flick
El problema nace en la rotación. Rashford no entiende ni acepta perder protagonismo. Se siente imprescindible y cree que el puesto en el once le pertenece. Y lo cierto es que en los entrenamientos se le ve confiado, motivado y seguro de sí mismo. Algo de lo que Flick tiene buena parte de culpa. Ha permitido al británico que su actitud se mantenga sin cambios, otorgándole un estatus casi intocable mientras está disponible.
Cuando Raphinha reciba el alta médica, el escenario cambiará. Su vuelta hará que Rashford pierda minutos. Ese movimiento no solo afecta la táctica, sino también la convivencia en el vestuario. Raphinha sabe que, cuando regrese, el equipo funcionará de otra manera. Su importancia en el sistema es total. Y allí es donde comienzan las fricciones.
Rashford se siente un intocable de Flick
Rashford, con la complicidad de Flick, se siente intocable, incluso cuando el equipo pierde ritmo. Y Raphina teme que esta alianza le dificulte el regreso al 11 titular cuando esté totalmente recuperado. La convivencia depende de que todos los jugadores respeten la jerarquía táctica y las rotaciones necesarias para mantener el rendimiento. Y Rashford siente que no es quien tiene que rotar. La importancia que le ha dado Flick refuerza este sentimiento.
En el Barça se respira cierta preocupación. Los entrenadores y jugadores saben que la competencia sana es positiva, pero cuando la rotación genera caras largas y tensiones, el colectivo se resiente. La llegada de Raphinha será una prueba de fuego. Su regreso no solo modificará la formación inicial, sino que también pondrá a prueba la madurez emocional de Rashford y su influencia en el técnico alemán.
Si todo funciona como espera el brasileño, el equipo recuperará fluidez ofensiva, la presión arriba será constante y las tensiones internas quedarán controladas. Pero para ello, Flick debe mover ficha para que Rashford ceda protagonismo. De lo contrario, la convivencia seguirá siendo un reto dentro del vestuario azulgrana.
